Leemos en El lobo estepario
"Pero lo que más me hacía falta, por lo que suspiraba tan desesperadamente, no era saber y comprender, sino vida, decisión, sacudimiento e impulso." Hermann Hesse, El Lobo Estepario.
Ha-Joon Chang
Gracias a un post del Escriba descubrí este artículo del economista coreano Ha-Joon Chang, a quien ya conocía por el trabajo "Patada a la escalera: la verdadera historia del libre comercio" (está en la biblioteca de Homoeconomicus). Habrá que recordar este nombre ya que es alguien que hoy en día nos habla de las cosas que la ortodoxia neoliberal prefiere ocultar. Para tratar de agregar algo a lo del Escriba y a esta otra entrada de Luz Mala, transcribo algunos párrafos del artículo de Chang que tienen que ver con la Historia (traducción propia):
"(...) En 1721, el primer ministro británico Robert Walpole lanzó un programa industrial que protegía y promovía a los fabricantes ingleses contra competidores superiores de los Países Bajos, entonces el centro manufacturero de Europa. Walpole declaró que "nada contribuye tanto al bienestar público como la exportación de bienes manufacturados y la importación de materias primas extranjeras". Entre la época de Walpole y la década de 1840, cuando Gran Bretaña comenzó a reducir sus aranceles (aunque no se pasó al libre cambio hasta los años 1860), el arancel industrial promedio en Inglaterra estuvo en el orden de 40-50%, comparado con 20% y 10% en Francia y Alemania respectivamente.
Los Estados Unidos siguieron el ejemplo británico. En realidad, el primer argumento sistemático de que en economías relativamente atrasadas las industrias nuevas requieren protección antes de poder competir con sus rivales extranjeros -conocido como el argumento de la "industria naciente"- fue desarrollado por el primer secretario del Tesoro norteamericano, Alexander Hamilton. En 1789, Hamilton propuso una serie de medidas para lograr la industrialización de su país, incluyendo aranceles proteccionistas, subsidios, liberalización de la importación de insumos industriales (así que no se trataba de un "manto protector" para todo), patentes para invenciones y el desarrollo del sistema bancario.
Hamilton era perfectamente consciente de los peligros potenciales de la protección a la industria naciente, y advirtió contra el llevar demasiado lejos estas políticas. Él sabía que así como algunos padres son sobreprotectores, los gobiernos pueden favorecer demasiado a las industrias nacientes. Y de la misma manera que algunos niños manipulan a sus padres para que los mantengan más allá de la infancia, hay industrias que prolongan la protección gubernamental a través de un "lobbying" inteligente. Pero la existencia de familias disfuncionales no es un argumento contra la paternidad en sí misma. Del mismo modo, los ejemplos de mal proteccionismo simplemente nos dicen que esa política debe ser usada sabiamente.
Al recomendar un programa de industrias nacientes para su joven país, Hamilton, un osado ministro de finanzas de 35 años con solamente un título en artes liberales de un college de segunda clase (King's College de Nueva York, hoy en día Universidad de Columbia) estaba ignorando abiertamente el consejo del economista más famoso del mundo, Adam Smith. Al igual que la mayoría de los economistas europeos de la época, Smith le aconsejaba a los norteamericanos no desarrollar la industria. Él argumentaba que cualquier intento de "frenar la importación de manufacturas europeas" iba a "obstruir... el progreso de su país hacia la riqueza y la grandeza verdaderas".
Muchos norteamericanos -notoriamente Thomas Jefferson, en ese momento secretario de Estado y archienemigo de Hamilton- discrepaban con Hamilton. Ellos argüían que era mejor importar de Europa productos manufacturados de alta calidad con los recursos que el país conseguía de sus exportaciones agrícolas, que tratar de producir manufacturas de calidad inferior. Como resultado, el Congreso sólo aceptó con poco entusiasmo las recomendaciones de Hamilton -aumentando la tasa arancelaria promedio de 5% a 12,5%.
En 1804, Hamilton fue muerto en un duelo por el entonces vicepresidente Aaron Burr. Si hubiera vivido una década más, habría visto a su programa aplicado plenamente. Después de la guerra anglo-norteamericana de 1812, los EE.UU. empezaron a moverse a una política proteccionista; para la década de 1820, el arancel industrial promedio había aumentado a 40%. Para los años 1830, la tasa arancelaria industrial promedio de Norteamérica era la más alta del mundo y, salvo por algunos breves períodos, se mantuvo así hasta la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual su supremacía industrial era absoluta.
Gran Bretaña y los Estados Unidos no fueron los únicos países practicantes de la protección a la industria naciente. Virtualmente todos los países ricos de hoy usaron medidas políticas para proteger y promover a sus industrias nacientes. Aún cuando el nivel general de proteccionismo era relativamente bajo, algunos sectores estratégicos podían conseguir una protección muy elevada. Por ejemplo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, Alemania, mientras mantenía una tasa arancelaria industrial promedio relativamente moderada (5-15%), le acordó una fuerte protección a industrias como las del hierro y el acero. Durante el mismo período, Suecia le otorgó una alta protección a sus industrias ingenieriles emergentes, aunque su tasa de arancel promedio era de 15-20%. En la primera mitad del siglo XX, Bélgica mantuvo niveles moderados de protección general pero protegió fuertemente sectores textiles clave y la industria siderúrgica.(...)"
Chang también se refiere a otras políticas usadas en su momento por los países desarrollados, tales como subsidios de exportación, restricciones a la inversión extranjera, desarrollo de empresas de propiedad estatal, no reconocimiento de patentes foráneas, etc. Y al referirse a que hoy en día esos países le recomiendan y le imponen a los países en desarrollo políticas que van en contra de su propia experiencia histórica, Chang menciona al economista alemán Friedrich List. Quien en 1841 criticó a Gran Bretaña por predicar el libre comercio a otros países cuando ella había logrado su supremacía económica a través de aranceles y subsidios, acusando a los ingleses de "patear la escalera" que ellos mismos habían usado para llegar a ser la primera potencia económica mundial. Cualquier semejanza con la actualidad, no es pura coincidencia.
En fin, a partir de ahora los Nac&Pop vamos a poder citar abundantemente a Ha-Joon Chang, joven economista del Primer Mundo, y de paso dejaremos descansar un poco al viejo Jauretche que hablaba de cosas parecidas hace 40 años. Seguramente eso nos dará un poco más de prestigio y evitará que nos califiquen de nostálgicos que nos quedamos en el tiempo.
P.S.: gracias al post de Luz Mala encontré esta entrevista que Julio Sevares le hizo a Chang para Clarín, cuando el coreano nos visitó en 2005.
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