No hay duda de que las ciudades del futuro serán las smart cities o ciudades inteligentes. Sin embargo, la mayor parte de los proyectos que hay en todo el mundo para transformar algunas de las ciudades actuales en smart cities se centran, principalmente, en el aspecto tecnológico de la transformación. Algunos expertos han criticado este enfoque y señalan que si realmente queremos unas ciudades de futuro que nos ofrezcan una mejor calidad de vida, los proyectos deberán centrarse en los ciudadanos y en sus necesidades y la tecnología ha de ser solo un medio más para satisfacerlas.
Por otra parte, la población mundial tiende a envejecer rápidamente en todo el mundo, a medida que aumenta la esperanza de vida, por lo que el porcentaje de población anciana que vivirá en esas ciudades del futuro o smart cities será bastante elevado. Es importante tener esto en cuenta en el diseño y planificación urbana de las ciudades para procurar que sean amigables con los mayores. De lo contrario, estaríamos ignorando las necesidades de una parte importante de la población.
La población mundial tiende a envejecer y a concentrarse cada vez más en grandes ciudades
La población mundial tiende a envejecer rápidamente en todo el mundo. En 1990, la proporción de población mayor de 60 años en todo el mundo equivalía al 9,2% de la población total. En 2013, la cifra ya era del 11,7% (unos 841 millones de personas) y las Naciones Unidas estiman que para el año 2050, habrá más de 2.000 millones de ancianos en todo el mundo.
Paralelamente a esta tendencia global al envejecimiento, existe otra tendencia de migración hacia las zonas urbanas en todo el mundo. Las zonas rurales están cada vez más despobladas, mientras los núcleos urbanos no paran de crecer. Eso implica que, si la tendencia no se invierte (y es poco probable que eso suceda), en 2050, gran parte de esa población de 2.000 millones de ancianos estará concentrada en grandes ciudades. De ahí que numerosos expertos recalquen cada vez más la importancia de que las ciudades del futuro estén pensadas para todas las edades, incluyendo a los ancianos, una población a menudo olvidada en muchos campos.
En este sentido, se han puesto en marcha algunos proyectos piloto en los que se aplica la tecnología de las smart cities y el Internet de las cosas (IoT) a determinadas comunidades teniendo en cuenta específicamente las necesidades de los ancianos. Un ejemplo son los proyectos de casas inteligentes adaptadas para la tercera edad. Los mejores ejemplos se encuentran en el norte de Europa, como en la ciudad de Odense, en Dinamarca, en donde se han construido edificios inteligentes adaptados para ancianos, integrados, a su vez, en barrios inteligentes. Estas tecnologías ayudan a que los ancianos no se sientan solos y aislados en sus hogares, permitiéndoles participar de forma activa en la sociedad.
Sin embargo, como ya se ha mencionado, no es suficiente con la incorporación de la tecnología. Hay que tener en cuenta otros elementos igual de importantes o incluso más. Por ejemplo, el hecho de que los mayores se mueven con mayor lentitud. Adaptar el tiempo de los semáforos para que les de tiempo a cruzar o simplemente concienciar a los conductores de autobús para que les presten más atención y esperen con paciencia a que el anciano baje para cerrar las puertas o arrancar.
Hay que tener en cuenta también que las personas mayores a menudo no ven bien, por lo que la señalización escrita debe estar adaptada para que puedan leerla; y también pueden tener problemas auditivos. No sirve de nada tener un sistema ultramoderno de avisos por voz y paneles electrónicos en el metro, si el mensaje no se transmite a parte de los usuarios porque no lo oyen o no pueden leer el texto debido a su tamaño o a que pasa demasiado rápido.
Quizá sería necesario que el mensaje de texto permaneciera más tiempo en pantalla, que se desplazara más despacio o que se mostrara en un tamaño mayor y más fácil de leer; así como reproducir el audio a un volumen más elevado y repetirlo más de una vez, para facilitar su comprensión.
En definitiva, cada vez contamos con más tecnología, pero a menudo nos olvidamos de adaptar esa tecnología a las personas mayores, de forma que, en lugar de facilitarles la vida, a veces incluso se la complica un poco más.
La guía de ciudades amigables con los mayores de la OMS
Esta idea de adaptar las ciudades para facilitar la vida de los ancianos en ellas no es nueva. Ya en 2006 la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó un estudio en 33 ciudades de 22 países distintos para tratar de identificar qué elementos del entorno urbano podían facilitar un envejecimiento activo y saludable. A partir de los resultados del estudio, elaboró una guía titulada The Global Age-friendly Cities Guide, traducida al español como “Ciudades globales amigables con los mayores: Una guía”, que vio la luz en 2007 y en la que se establece un marco para evaluar la adaptación de las ciudades a las necesidades de los mayores y se detallan un listado de parámetros concretos que toda ciudad adaptada debe cumplir.
En las ciudades que disponen de las infraestructuras y servicios necesarios para facilitar un envejecimiento activo, los residentes de edad avanzada pueden vivir y trabajar de forma autónoma durante más tiempo. Eso reduce la demanda de prestación de cuidados en sus comunidades y, en general, todas las necesidades y problemas derivados de la dependencia.
Por otra parte, rediseñar las ciudades para transformarlas en entornos amigables con los mayores, que atiendan sus necesidades, bienestar y productividad, no sólo beneficia a este sector de la población, sino a todos los residentes en general, y es de suma importancia para la sostenibilidad y la vitalidad de las propias ciudades.
Por ejemplo, eliminar las barreras en edificios y calles no solo mejora la movilidad de los mayores, sino también de las personas con discapacidad, independientemente de su edad. O lograr un entorno más seguro en los barrios, no solo beneficia a las personas mayores animándolas a salir a la calle y participar de forma activa en sus comunidades, sino que también ofrece un entorno mejor para que los niños y jóvenes del barrio puedan disfrutar en sus calles, parques, etc.
La transformación debe ser integral y producirse en áreas muy diversas:
Fuente: Guía de ciudades amigables con los mayores de la OMS
Para tratar de extender este enfoque de transformación, la OMS decidió crear en 2010 una “Red mundial de ciudades amigables con las personas mayores”, formada inicialmente por las 33 ciudades integrantes del estudio y a la que, a lo largo de estos años, se han ido adheriendo diversas ciudades de todo el mundo. Madrid, por ejemplo, forma parte de la red desde mayo de 2014.
Esta red obliga a las ciudades integrantes a autoevaluarse de forma periódica y a poner en marcha políticas y planes de actuación destinados a mejorar progresivamente su adaptación, con el fin de lograr un entorno urbano que favorezca el envejecimiento activo. En este proceso participan activamente los ancianos de cada ciudad, mediante la puesta en marcha de procedimientos de participación comunitaria. La red facilita también la compartición entre ciudades de los conocimientos extraídos a partir de la experiencia. De este modo se agiliza el cambio y se consigue cierta estandarización a nivel global.
Un ejemplo de ciudad pionera en este campo es Nueva York.
La transformación de Nueva York
La ciudad de Nueva York no formó parte de las primeras ciudades integrantes de la Red de ciudades amigables de la OMS, pero se adhirió a ella muy poco después.
Durante el mandato del alcalde Michael Bloomberg, con una población de más de un millón de personas que superaban la edad de 60 años, la transformación de la ciudad de Nueva York en una ciudad amigable con los mayores pasó a ser una prioridad clave.
Nueva York
Por este motivo, en julio de 2007, la Academia de Medicina de Nueva York (NYAM), en colaboración con el ayuntamiento de la ciudad, puso en marcha el proyecto Age Friendly New York City, cuyo objetivo era tratar de aplicar en la ciudad la iniciativa de la OMS.
Como parte del proceso, se llevó a cabo una evaluación exhaustiva de los retos o dificultades que debían afrontar a diario los ancianos residentes en la ciudad. Para garantizar la participación de las personas implicadas, se crearon 14 foros de discusión, en los que alrededor de 1.500 personas, principalmente, ancianos y personas dedicadas a su cuidado pudieron expresar sus opiniones, quejas y sugerencias. También se realizaron entrevistas, se repartieron más de 600 formularios de encuesta, se organizaron mesas redondas con expertos locales y líderes claves, etc.
A lo largo de más de un año, se evaluó la ciudad en las 8 categorías requeridas por la OMS (ver imagen anterior) y, finalmente, en septiembre de 2008, se publicaron los resultados en un documento titulado Towards an Age Friendly New York City: A Findings Report.
Una vez completada la evaluación, el siguiente paso era poner en marcha una serie de iniciativas que abordasen las deficiencias y problemas detectados, especialmente los señalados como más acuciantes por los propios residentes mayores de la ciudad. Así, en agosto de 2009 se publicó un nuevo documento titulado Age-Friendly NYC: Enhancing our City's Livability for Older New Yorkers, en el que se recogían 59 iniciativas, entre ellas, aumentar la disponibilidad de viviendas asequibles y seguras para las personas mayores o poner servicios de autobuses a los principales supermercados para los neoyorquinos más ancianos.
Fue necesaria una extensa colaboración de toda la ciudad, con la participación de organismos municipales, organizaciones sin ánimo de lucro, grupos comunitarios e incluso empresas, para convertir la ciudad de Nueva York en un entorno más amigable con los mayores. Desde el ayuntamiento se pidió a todos los organismos públicos de la ciudad que reconsiderasen su trabajo para hacerlo más amigable para los ancianos y se les animó a proponer iniciativas para mejorar su servicio de cara a una mejor integración de los mayores.
Algunos ejemplos de las mejoras que se llevaron a cabo son:
Se instalaron bancos más resistentes y duraderos en las zonas públicas, como paradas de autobús y hospitales, centrándose especialmente en los barrios con una mayor concrentación de población anciana.
Se instalaron semáforos con relojes de cuenta regresiva y se aumentó el tiempo de cruce para los peatones.
Se instalaron en el metro señalizaciones con tamaños de fuente más grandes para que las personas mayores no tuvieran dificultades para leerlas.
Se llegó a un acuerdo con los gimnasios de la ciudad para que anunciasen descuentos en la inscripción y clases de gimnasia gratuitas para las personas mayores.
Se establecieron horarios para mayores en las piscinas.
Se crearon cursos asequibles y accesibles para mayores en las universidades para que los ancianos disfrutasen de una formación y aprendizaje permanentes.
Se pusieron en marcha campañas para combatir la discriminación por edad en el trabajo.
De este modo, implicando a toda la ciudad, Nueva York se transformó rápidamente en una de las ciudades más amigables del mundo para los ancianos.
El caso de Japón
Japón es uno de los países del mundo en los que la población está envejeciendo con mayor rapidez. En este país se pueden encontrar a la venta numerosas innovaciones tecnológicas, como robots asistentes o de limpieza, ideales para ayudar a los mayores en su día a día. Sin embargo, los avances tecnológicos han demostrado no ser suficientes. Es necesario un enfoque más integral y la transformación empieza a ser urgente.
En realidad, el problema no es nuevo, pero a pesar de haber probado distintos tipos de planificación urbana desde los años 60, no han logrado invertir la tendencia. Sin embargo, su experiencia ha mostrado algo curioso.
Las primeras iniciativas, como la de Tama, construida al oeste de Tokio en los 60, se centraron en diseñar espacios urbanos pensados específicamente para los ancianos. El proyecto se presentó como una nueva ciudad amigable para los mayores. Sin embargo, hoy en día, Tama sigue envejeciendo y a un ritmo mucho más rápido que el resto de Japón, con apenas una pequeña proporción de jóvenes y familias.
Tras este fracaso, las nuevas iniciativas se centraron en desarrollar ciudades más amigables con el envejecimiento, pero no centradas exclusivamente en las necesidades de los ancianos. Básicamente, los expertos se dieron cuenta de que una ciudad debe tener en cuenta a todos sus residentes y sus necesidades, para que haya cabida para todo el mundo y todas las edades, en lugar de primar un sector frente a los demás.
Así, se pusieron en marcha iniciativas como la de Yukarigaoka, una comunidad desarrollada por capital privado en la ciudad de Sakura, en Chiba, cerca de Tokio.
La nueva premisa de diseño era fomentar la sostenibilidad a largo plazo, para lo cual se tuvieron en cuenta las necesidades de todos los grupos de edades en lugar de dar prioridad a las de los ancianos. El objetivo es que los residentes puedan envejecer con calidad de vida en la ciudad pero que, al mismo tiempo, ésta se regenere continuamente, al haber cabida también para niños y jóvenes.
Con esto en mente, Yukarigaoka se diseñó de forma que los ancianos pudiesen vivir cerca de sus familias, en comunidades con infraestructuras y comodidades para todas las edades. Estas son algunas de las medidas que se tomaron:
Cada parada de tren está a menos de 10 minutos a pie de cualquier lugar de residencia.
Hay paradas de transporte público cerca de todas las clínicas y otros servicios similares.
También se ubicaron las guarderías y colegios cerca de las paradas de tren para facilitar a los padres que puedan dejar a los niños en el colegio y recogerlos en el menor tiempo posible.
Los ancianos que viajan en bus pueden pedir al conductor que pare donde quieran dentro de las zonas residenciales.
Además, las políticas establecidas determinan que cuando los mayores desean vender sus propiedades para trasladarse a apartamentos más pequeños, el constructor debe comprarlas y renovarlas para ponerlas a la venta otra vez con descuento para las familias jóvenes. De ese modo, la comunidad mantiene su atractivo para atraer a familias jóvenes que sirvan para regenerarla.
En la actualidad, Yukarigaoka tiene una población equilibrada que contrasta con los datos demográficos del país.
Conclusión
Lo que ponen de manifiesto los caso de Nueva York y Yukarigaoka, es que lo que transforma las ciudades es la integración de una visión colectiva de ciudad en la que todos y cada uno de sus habitantes, independientemente de su edad, puedan disfrutar de una vida productiva, cómoda y socialmente plena.
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