Con precios bajos y diseño escandinavo, esta compañía que opera en 85 países crea productos que cubren las necesidades de casi todo el mundo. Si además ofrece muebles baratos que nos encantaría conservar, sería una gran innovación.
Por Amanda Fortini 20 de septiembre de 2016
No hace mucho tiempo, en una entrevista con la BBC, Kanye West dijo, en su característica forma de hablar en tercera persona, que le gustaría diseñar para Ikea: “Oye, Ikea, deja que Kanye invente, déjalo hacer esto porque ¿sabes qué? Quiero la cama que él hace, quiero la silla que él hace”.
Al principio fue extraño. ¿Por qué a West le interesan los muebles baratos hechos con aglomerado? Sin embargo, si una de tus metas es saturar el mundo, entonces colaborar con Ikea, con sus 387 tiendas en 48 países, es una estrategia ingeniosa.
Ikea es uno de los mayores consumidores mundiales de madera. Vende uno de sus libreros Billy cada 10 segundos y se dice que uno de cada diez europeos fueron concebidos en una cama Ikea. El año pasado, casi 884 millones de personas (más del doble de la población de Estados Unidos) visitaron las tiendas Ikea. Incluso hay una serie en internet llamada Hikea, en la que la gente toma drogas psicodélicas y trata de armar, con un manual sin palabras, el montón de tablas y tornillos que tienen enfrente. Ikea, no así West, es parte del espíritu de la época. Continue reading the main story Photo
De izquierda a derecha: una silla diseñada por Ikea y la empresa danesa Hay; una lámpara de escritorio parte de la misma colección limitada que saldrá a la luz el año que viene; Rolf Hay, el cofundador de Hay (a la derecha) en Suecia.
“¿A quién va dirigido el diseño: a las grandes masas, a los especialistas, al principiante ilustrado, a la clase privilegiada?” fue la pregunta que un entrevistador le hizo al diseñador estadounidense Charles Eames, quien contestó: “El diseño va dirigido a una necesidad en sí misma”.
La razón por la que los muebles de Ikea son tan populares, se podría decir, es que con una combinación de increíbles precios bajos y el diseño simple escandinavo, están dirigidos a las necesidades de casi todo el mundo. Ikea hace un gran trabajo de investigación sobre estas necesidades, manda a sus empleados y a veces hasta antropólogos para que estudien cómo vive la gente y cómo interactúa con los objetos en sus casas. En los últimos tres años, la empresa ha publicado un informe sobre “La vida en casa”, para el cual encuestaron a más de 12.000 personas en 12 ciudades. Por supuesto, Ikea también es un coloso corporativo que busca ganancias; sin embargo, sus muebles y accesorios atractivos, baratos, empacados en partes, realmente te permiten crear un hogar cuando eres joven, falto de recursos o sin tiempo para buscar joyas perdidas en tiendas de segunda mano.
Aunque existe una creencia tácita, pero muy popular, de que uno eventualmente se gradúa de muebles de Ikea a tener mobiliario “real”, así como uno deja de ingerir gelatinas con alcohol o de colgar pósteres como arte, los aficionados al diseño saben desde hace tiempo que eso no es del todo cierto. Pocas cosas se utilizan para delimitar un espacio para mantenerlo agradable y realista. Esparcidos entre las antigüedades y el mobiliario hecho a la medida, uno normalmente se encuentra con algunos elementos favoritos del mercado a gran escala. El sofá estilo Chesterfield de Restoration Hardware, o una mesa estilo Parsons de West Elm o un puñado de los sospechosos habituales de Ikea: los agradables gabinetes de cocina lisos, esas sillas de ratán, la cama Malm, cuyo minimalismo austero, corto y bajo conjura el fantasma de Donald Judd. En su mayoría las piezas son tan inofensivas, tan elementales, que se mezclan fácilmente con todo lo demás en el cuarto. Solamente el conocedor del diseño notaría la diferencia. ¿Y a quién le importa si lo hace? El consumo ostentoso, al igual que esa horrible palabra “lujo”, se siente anticuado.
Los muebles de Ikea son parte de nuestra vida diaria, tan ubicuos como el aire e igual de invisibles. Sin embargo, si la marca ha llamado tu atención últimamente, saltando de las páginas dobles de las revistas de moda, en sitios de internet (“Cuatro diseñadores de Ikea que deberías seguir en Instagram”) y las entrevistas de Kanye West, es gracias a un hombre: el director de diseño Marcus Engman.
Comenzó a trabajar en la empresa en 2012 para lograr un mandato muy ambicioso: mejorar el diseño de Ikea sin subir los precios. Desde 1995, la empresa ha lanzado la colección especial “PS” cada que pasan algunos años. Se trata de piezas más chic; quienes tienen buen ojo parecen tener también un truco para apoderarse de ellas: cosas estéticamente originales y de tal calidad que no puedes creer que sean de Ikea; como la lampara colgante “explosiva” de David Wahl, cuyos paneles se expanden al jalar un cordón; o las mesas para plantas mostradas en el Salón del Mueble en Milán en 2012, con hoyos para maceteros. Cada colección PS está motivada con una idea: actualizar los diseños de los archivos de Ikea para adaptarse a los espacios más pequeños de la actualidad o para crear muebles multifuncionales y fáciles de llevar para un público urbano, itinerante y que vive en un departamento de alquiler. Continue reading the main story Photo
En el sentido de las manecillas del reloj desde el extremo superior izquierdo: un armazón para sofá y plataforma para Ikea, del diseñador británico Tom Dixon, quien tuvo como objetivo redefinir la disposición de los asientos durante su colaboración con la empresa; Dixon trabajando; un detalle de la estructura; Dixon en el “Día del diseño democrático” en Suecia en 2016.
Desde finales de 2013, Engman ha redoblado este esfuerzo y poco a poco ha sacado una avalancha de colecciones “Vitality” de edición limitada: “Estamos elevando el nivel y la velocidad”, dice. Hasta ahora, 17 de esas colecciones han estado disponibles en Estados Unidos, y se espera que lleguen más este otoño y la próxima primavera, y está planeado que se produzcan al menos diez al año. Muchas necesitan la asociación con diseñadores famosos y artistas (Ilse Crawford, Katie Eary, Ingegerd Raman); sin embargo, Engman aclara que Ikea no solamente está lanzando un nombre reconocido en un producto inferior o haciendo versiones de mala calidad de las piezas más importantes de un diseñador. Estas colecciones son colaboraciones reales, con toda la intención de investigar un concepto en particular o una técnica. Continue reading the main story Photo
En el sentido de las manecillas del reloj, desde la izquierda: productos de la diseñadora Ilse Crawford de la colección Sinnerlig, como una mesa de centro hecha de corcho y jarras de vidrio soplado; Crawford y Marcus Engman (en la extrema izquierda), el jefe de diseño de Ikea; macetas de barro cocido pintado y un tapete de pasto marino de la colección Sinnerlig. Credit Cortesía de Ikea
Para Ilse Crawford, la diseñadora británica de la hermosa y sutil colección Sinnerlig, lanzada a fines de 2015, hacer muebles en masa se trataba de preservar la crudeza y la textura de los materiales naturales como el corcho y el pasto marino. También se trataba de diseñar para una casa que se ha vuelto más fluida. La gente trabaja en la sala, come en el baño (de verdad), así que Crawford creó piezas de usos múltiples, como una mesa de comedor con un cabestrillo escondido para apartar de la vista papeles de trabajo.
El diseñador británico Tom Dixon, cuya colección se lanza el próximo otoño, buscó cambiar drásticamente las convenciones sobre los tapizados y construyó un sofá con una estructura de aluminio (“Se basa un poco en la industria automotriz”, me dijo Dixon) que puede ser personalizada con varias partes modulares, y por lo tanto formaliza la práctica informal de “piratear” el mobiliario de Ikea. Continue reading the main story Photo
En sentido de las manecillas del reloj desde la extrema izquierda: la bolsa Frakta, icono de la compañía, reimaginada por Hay; la bicicleta Sladda; la nueva bicicleta Sladda más ligera y con remolque, para mover cosas pesadas a través de la ciudad de manera sustentable. Credit Cortesía de Ikea
La literatura corporativa que acompaña las colecciones Vitality hace hincapié en que estas piezas “envejecerán bien con el tiempo” o “pasarán la prueba del tiempo” o “serán heredadas a la siguiente generación”. Si Ikea puede de alguna manera ofrecer muebles baratos que nos encantaría conservar, sería una gran innovación. Sin embargo, parte del atractivo de la empresa —y un factor que aumenta su popularidad— es que sus productos se sienten hasta cierto punto desechables, o al menos efímeros, lo que nos da a todos la libertad y la movilidad que acompaña el concepto.
Incluso cuando los muebles de Ikea tienen un diseño bonito, no estamos atados a ellos, como sí lo estamos a herencias familiares o a cosas tan caras que no es rentable deshacernos de ellas. No tenemos que repararlos, asegurarlos ni darles mantenimiento. Con todos los asuntos estresantes de la vida moderna, saber que Ikea está ahí es un alivio.
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