Lucio Urtubia, el albañil anarquista que a mediados de los 80 era uno de los hombres más buscados del planeta, sigue empeñado en cambiar el mundo a sus casi 90 años de edad.
Lucio Urtubia es quizá el referente vivo más importante del anarquismo mundial. Nacido en Navarra (España, 1931), de una familia campesina, ha sido protagonista de la historia rebelde de casi todo el siglo XX.
Multifacético a pesar de tener un solo oficio, ha sido descrito por José Mari Esparza, editor de sus memorias como "heredero de la pólvora rebelde, se encontró disparado en un desierto, y tuvo que iniciar su revolución en solitario, haciéndose un inadaptado al franquismo, un desertor del ejército, un 'robador' al Estado, un contrabandista vasco, un emigrante".
Urtubia ha sido en esencia un albañil. Uno muy particular, un obrero de la construcción que ejecutó una hazaña que lo visibilizó en el planeta entero como un héroe al estilo 'Robin Hood': puso de rodillas al First National City Bank, falsificando cientos de 'travellers checks' (cheques de viajero) que, entre enero 1980 y diciembre de 1982, inundaron Europa y varios países de América Latina.
Pero Lucio Urtubia no es un ladrón, sino un militante libertario, un eslabón en una larga cadena de militantes revolucionarios que se valieron de "operaciones de recuperación de dinero" para apoyar a quienes luchaban y a los que necesitaban. Ese episodio no tiene comparaciones en la historia y aunque estuvo preso unos meses por aquella operación, jamás la Policía francesa pudo ubicar las planchas de impresión de los cheques.
Finalmente, el poderoso City Bank, tratando de evitar la quiebra, entabló un tratado de paz con el albañil, como los que suscriben las partes al final de una guerra.
La vida del constructor anarquista ha sido retratada en libros, películas y una larga lista de canciones de todos los géneros. Hoy está retirado del oficio de albañil, más por la edad que por sus ganas, así que Urtubia convirtió su casa en 'L'espace Louise Michel' (el espacio Louise Michel) donde cientos de personas acuden cada año a charlas, conferencias, debates, exposiciones y proyecciones cinematográficas.
Lucio Urtubia
Urtubia acepta las entrevistas solo porque siente el deber de transmitir su experiencia de lucha a las juventudes del mundo. Entrevistado por MP, este luchador de casi 90 años sigue imponiéndose proyectos que lo mantienen activo y utópico.
MP: Lucio, en la actualidad ¿se puede dar un golpe al capitalismo como el que usted dio al First National City Bank?
L.U.: ¡Claro que sí! Todo puede hacerse, pero debe tener una intención. Quiero dejarte claro algo, yo no estoy en contra de las riquezas, porque nadie es más que nadie, somos diferentes. Hay gente que es capaz de crear y otra que no. Hay gente que aunque les des lo que quiera, no hará nunca nada. Pero sí estoy en contra de la utilización que se le da a la riqueza. Si el dinero sirve para humillar a las personas, para bombardear a los pobres en África y en todos los sitios, entonces sí estoy en contra. Ojalá que todas las riquezas sirvieran para hacer escuelas. Aquí en Francia hay un gilipollas que se llama Manuel Vals, que constantemente repite que había que crear más cárceles, y yo no deseo prisiones ni para mis enemigos.
MP: ¿Qué destino tuvo el dinero robado al First National City Bank?
L.U.: Jamás fue para beneficio personal. Yo no necesito eso para vivir. Cuando se es pobre, uno aprende a vivir y a crear con poco. Ayudé a muchas personas que luchaban (vascos, tupamaros, montoneros, etc.). Y en aquella época ese dinero sirvió para socorrer a presos, a sus familiares, para crear infraestructuras.
Pero llega cierto momento en que tienes que calmarte porque ya no puedes continuar, porque tus enemigos están muy presentes. Para mí el honor y mi riqueza es poder tener mi puerta siempre abierta.
Lucio Urtubia
MP: ¿Qué atesora usted?
LU.: Nada. Aquí donde yo vivo (rue des Cascades, París), podría tener un restaurant, una garaje, una tienda, pero no. Yo soy más rico y me veo con una riqueza única, no necesito nada de nadie porque tengo mi pequeño retiro y mi hogar. Aquí mismo funciona el espacio cultural 'Louise Michel'. La puerta siempre está abierta. Hoy, por ejemplo han venido colombianos, después unos vascos, luego más gente. Yo creo firmemente en compartir, porque eso no es una cuestión económica, no es riqueza solo lo económico. Las riquezas son otras también y esas son las que hay que repartir.
MP: En una sociedad como la actual, ¿el anarquismo tiene posibilidades?
L.U.: Hoy más que nunca el anarquismo tiene posibilidades de realización, y es una necesidad. Porque en el anarquismo hemos creído en la gente, en lo que es capaz de hacer la gente. Yo no soy creyente a nivel de la jerarquía religiosa, pero hay religiosos que son muy buenos y que hacen cosas muy buenas, yo no puedo estar en contra de eso. El individuo es lo que hace.
Hoy la gente quiere hacer cosas grandes con los otros y eso no es el centro del problema, hay que empezar por uno mismo. Este mundo carece de ejemplos, pero los ejemplos tienen que venir de cada individuo. Yo creo en los pobres, que no tenemos confianza en nadie y que dudamos de todo. Pero no nos damos cuenta que somos nosotros los creadores de todas las riquezas.
MP: Lucio ¿qué significó para usted ser el hombre más buscado por la gendarmería mundial del capitalismo?
L.U.: ¡Un honor! Y eso lo digo a donde quiera que voy. Por ejemplo, han hecho mil emisiones sobre mí, y casi siempre me preguntan si me da vergüenza haber robado. Yo siempre les digo que fue un honor y que creo que el 99 % de la gente si pudiera hacer lo que yo hice, lo haría. Yo lo hice y era un ignorante, un inocente, pero supe rodearme de personas que sabían más que yo en todos los aspectos. Me junté con mucha gente inteligente, con muchas buenas personas. ¡Qué placer haber estafado al mayor banco del mundo! Un desgraciado como yo… por eso digo que fue un placer y un honor.
Es lo que preconizo: no hay que tener respeto a lo que no lo merece.
MP: ¿Qué opinión le merece la victoria electoral de Donald Trump?
L.U.: Yo creo que es un hombre muy bruto y que hace las cosas que le salieron bien para crear una empresa. Pero una empresa no es nada comparada con un mundo, este mundo es otra cosa y Trump no es alguien que dé ejemplos. Trump es un hombre que se cree grande y yo no creo en esas grandezas. Yo creo en la gente humilde que lleva a cabo acciones pequeñas que son las que se vuelven grandes. Los árboles crecen, los animales crecen, un encuentro casual puede ser determinante para cambiar algo en nosotros mismos.
"El individuo es lo que hace", repite como un mantra Lucio Urtubia Cortesía Iñaki Juárez
MP: ¿Cómo le va a la España actual?
L.U.: La España de hoy está bastante mal. Hace unos días estuve reunido con mi amigo vasco Arnaldo Otegui y le dije "¡No hay que correr!" El desastre, por ejemplo, del amigo Pablo Iglesias ha sido el poder. Él ya está en el poder y ¿qué es lo que hace una vez allí? ¡Nada! El individuo cuando llega al poder ya no tiene que hacer nada. Somos nosotros, desde abajo, los que tenemos que hacer. ¡Jamás, jamás ha habido un ser humano decente que haya llegado al poder! Hubo uno, (Salvador) Allende, una buena persona ¡Ya sabes que era anarquista! Pero los poderes estropean a la gente.
MP: ¿Entonces no hay opciones?
L.U.: Si las hay, tenemos que dar. Venimos al mundo sin nada, no tenemos nada. Creo que lo que debemos hacer es dar, compartir. Hacer para dar. Si uno da, recibe. Si no das no eres nada, eres un miserable. Todos, incluso los pobres podemos dar.
MP: ¿Qué ha significado para usted envejecer?
L.U.: Envejecer es la vida. De la única gente que tengo celos es de la juventud. Es que me gustaría ser joven porque este mundo se puede cambiar, estoy más convencido que nunca que este mundo se puede cambiar. ¡Y claro! Yo querría ser joven para beneficiar a los jóvenes de mi historia de lucha, decirles todo lo que se puede hacer.
MP: ¿Envejecen las ideas?
L.U.: ¡No! Yo tengo 86 años y estoy cada vez más convencido que este estado de cosas se puede cambiar, pero hay que tener la paciencia y darle continuidad a lo que se piensa, y uno piensa lo que ha vivido. Yo aprecio que en este mundo vivimos al revés, hacemos lo contario de lo que deberíamos. Vivimos de una forma tan engañada, tan burra, tan inútil en todos los aspectos. Cuando digo que el mundo puede cambiar es porque es una necesidad y en cierta época yo no tenía ni pan ni alpargatas, pero ahora hay todo, y aun así todo está por hacerse.
La autobiografía de Urtubia fue publicada en 2011
MP: ¿Tiene usted un mensaje para la juventud de ahora?
L.U.: Que hay que luchar, que las cosas no caen del cielo. Que la juventud puede hacer mucho y cambiar el mundo. Hay que empezar por lo poco, y las pequeñas acciones una vez que se han sembrado, pueden resultar muy eficaces. Además hay miles de cosas que vivimos y que no determinamos, es el universo y uno no sabe ni por qué, pero sin la lucha no se hace nada.
A los jóvenes que me visitan les digo: "uno es lo que hace". Si uno vive sin hacer nada, únicamente comer, beber y dormir, entonces actúa como un animal. Te repito, yo tengo 86 años, si mañana me muero, solo me iría celoso de la juventud, porque ellos pueden vivir, pueden luchar y pueden seguir… pero estoy contentísimo de haber luchado.
El caso es hacer, hacer y hacer. Me repito: hacer para dar. Todos podemos, incluso los pobres. Cuanto más pobres, más podemos dar.
MP: A sus 86 años, ¿sigue siendo albañil?
L.U.: ¡No!, ahora ya no puedo trabajar, soy un 'viejico'. He salido esta mañana del hospital porque debo operarme del corazón el 14 de marzo. Pero sigo ayudando con lo que puedo. Tengo 20 conferencias programadas y cuando esté recuperado empezaré de nuevo a hablar, porque estas cosas que hablamos son una necesidad. A mi edad no tengo odio a la gente rica, solo me da rabia que no sepan utilizar lo que tienen. En vez de malgastarlo en bombas, en guerras, en humillaciones, habría que gastarlo en educación y cultura ¡La cultura y el conocimiento son la fuerza!
Incansable luchador
Próximo a los 90 años de edad, Lucio sigue siendo un militante anarquista que no se da descanso a sí mismo. Urtubia repite sin descanso que todo cuanto hizo fue producto de un trabajo colectivo, a pesar de su esfuerzo personal. No se cree un héroe, porque "los gestos heroicos van de la mano de errores graves y cuando se mitifica a una persona se tiende a santificar incluso sus errores".
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