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martes, diciembre 18, 2007

Merkel trabaja en la relación con China

Desde su posición europea privilegiada en los intercambios comerciales con Pekín, la canciller alemana Angela Merkel mira a China con ojos desencantados. La tierra de las grandes oportunidades económicas representa en realidad un reto para los valores del sistema internacional. La defensa de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la responsabilidad global son algunas de las cuestiones que la Alemania dirigida por Merkel está tratando de introducir en el diálogo con China. La visita del Dalai Lama a comienzos de septiembre prueba el cambio de perspectiva de Berlín. Si esta nueva dirección recibiese el apoyo del resto de los países europeos, Alemania podría convertirse en la nación-guía de una política exterior europea.


El recibimiento del Dalai Lama y la irritación china

La visita privada del Dalai Lama en calidad de autoridad religiosa a Angela Merkel ha constituido una ofensa diplomática para China. En respuesta, se ha producido la anulación de la visita del ministro de las finanzas alemán Steinbrück y del ministro de medio ambiente Gabriel. Además, el programa cultural diseñado por ambos países no tendrá la repercusión prevista. El primer ministro chino Wen Jiabao ha pedido a la Canciller como forma de enmienda que considere el recibimiento dado al líder religioso como un error. Esta petición, sin embargo, no es ni conciliable ni realizable.

El Dalai Lama, la máxima autoridad religiosa del budismo, es considerado por el Gobierno chino como el máximo exponente del independentismo del Tibet, región que desde 1951 se encuentra ocupada por la República Popular China. Refugiado en India desde 1959 y galardonado con el premio Nobel de la paz en 1989, es una figura muy mal vista por las autoridades chinas que insisten en reforzar su presencia en la región tibetana. La última demostración de fuerza del Gobierno chino hacia el Tibet ha sido el intento de adjudicarse el derecho de investidura de los altos monjes tibetanos. Esta cuestión, aunque irritada en esta ocasión por la posición alemana, afecta a la diplomacia de la República Popular China desde hace tiempo; no en vano el Dalai Lama ha sido también recibido recientemente por los Gobiernos estadounidense, canadiense y austríaco. En cualquier caso, el recibimiento de dicha autoridad religiosa por parte de Merkel ha sido visto por los dirigentes chinos como un auténtico golpe bajo al que podrían seguir otros. La cuestión del Dalai Lama ha hecho visible un nuevo comportamiento de Alemania en las relaciones con su gran socio comercial. El comportamiento de Merkel parece perturbar las plácidas y cómodas relaciones económicas entre ambos países. Alemania está tratando de insertar en el diálogo con China algunos temas fundamentales como la defensa de los derechos humanos, la protección del medio ambiente o el respeto de la propiedad intelectual. Sobre todas estas cuestiones, sin embargo, China prefiere mantenerse en silencio.

Ampliando la perspectiva, la proximidad de las olimpiadas de Pekín 2008 juega un papel secundario en las relaciones chino-alemanas. Los juegos de agosto de 2008 están dirigiendo los focos de atención también sobre la política interna del país, que ahora es mucho más vulnerable de cara a la opinión pública internacional. Este es uno de los principales motivos por los que China está tratando de asegurarse la fidelidad incondicional de Estados Unidos y la UE y el apoyo de estas grandes potencias occidentales al principio de “una única China”, un principio que sirve tanto para Taiwan como para el Tibet.
Schröder y Merkel. El establecimiento de los intereses alemanes de cara a una China en ascenso

Las líneas de la política exterior alemana en dirección a China se encuentran en una fase dinámica y cambiante. El cambio de cancillería y el avance de China a nivel internacional se encuentran en la base de dicha transformación. Durante la cancillería de Schröder, el principal objetivo del líder alemán fue el de fomentar la aproximación entre ambos Estados para conseguir favorecer que las empresas alemanas alcanzasen una posición relevante en el mercado chino. Entre los actos políticos que trataron de fortalecer esta línea destaca el hecho de que el ex canciller alemán festejase el fin de año en Shangai en el año 2002 o que en el 2004 promoviese, junto con Chirac, la eliminación del embargo europeo de armas a China.

La canciller Merkel está tratando de construir una posición menos cómoda. El pasado 26 de octubre el grupo CDU/CSU presentó en Berlín un nuevo concepto estratégico en relación a Asia que lleva por nombre “China, una oportunidad y un reto para Alemania y Europa”. De forma sintética, establece que los temas a los que la agenda política alemana tiene que dar más importancia en referencia a China son la cuestión de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y el respeto a la propiedad intelectual. Durante la visita que Angela Merkel realizó en mayo de 2006 se discutieron las ayudas al desarrollo destinadas a China. Pekín se ha convertido ya en un interlocutor clave para todas las potencias: posee la cantidad más grande de ahorros, es el segundo en emisión de carbón y defiende el yuan devaluado a pesar de las reclamaciones realizadas por los países occidentales. La influencia a escala mundial de China está cambiando y con ella la percepción que Alemania tiene del gigante asiático. Los intentos de reformular los intereses alemanes por parte de Angela Merkel responden, en consecuencia, a esta transformación estructural.

Entre 1997 y 2006 las exportaciones alemanas hacia China han aumentado de 5.800 millones de euros a 27.500 millones. También el valor de las exportaciones chinas ha aumentado, pasando de los 11.000 millones a los 48.800. Desde 1999, Alemania ha sido el principal inversor europeo en China, especialmente en el sector químico y automovilístico y las inversiones chinas en Alemania asciende a los 308.000 millones de euros. Estas cifras han convertido a Alemania en el principal socio de China. Sin embargo, China es cada vez más competitiva a nivel económico. Desde hace ya algunos años la prensa alemana está anunciando que China se encuentra apunto de adelantar a Alemania en materia de exportaciones. Aunque aún no se ha constatado dicho adelantamiento, es más que previsible. Mientras tanto, China exporta a Alemania mucho más de lo que importa, lo que está fomentando el déficit de la balanza comercial alemana respecto a China. China y Alemania compiten y seguirán compitiendo por definir las vías de distribución y el uso de los recursos energéticos. En el plano internacional, China es un interlocutor fundamental en cuestiones de ámbito regional. Además, es la portavoz de un modelo particular de Estado y de desarrollo que en numerosos aspectos difiere del modelo europeo. La posición mucho menos sumisa de Merkel hacia China trata de tener en cuenta qué es exactamente China hoy en día y, también, en qué se convertirá en un futuro próximo. En función de esta percepción está tratando de reformular su propia estrategia. La respuesta consecuente, de ser sostenida por el resto de los miembros de la UE, confirmaría a Alemania como el país-guía de una política exterior común y aumentaría su propio prestigio.
Los obstáculos

La afirmación de la posición alemana en Europa en la formulación de una política menos sumisa hacia China, una política que vaya más allá de la mejora del rendimiento comercial, no es tan inmediata como podría parecer. Desde el punto de vista de la política interna, la polémica entre la canciller Merkel y el ministro de exteriores Steinmeier que siguió a la visita del Dalai Lama, debilitó la posición alemana frente a la determinación china. El ministro de exteriores y desde hace poco también vice canciller, Frank-Walter Steinmeier, miembro del SPD y mano derecha del ex canciller Schröder, ha definido el comportamiento de Merkel como Schaufensterpolitik, es decir, como una actitud indiscreta y casi ingenua de inmiscuirse en los asuntos internos de un socio comercial. El presidente federal Horst Köhler, por su parte, ha defendido la decisión de Merkel. Sin embargo, en estos momentos, las diferencias en política exterior de la Canciller y del Ministro de Asuntos Exteriores podrían debilitar la credibilidad de este cambio de posición, antes incluso de que fuera afirmado internacionalmente.

Desde el punto de vista europeo, el éxito de la visita del presidente Sarkozy es interpretado por muchos alemanes como una ventaja relativa obtenida por parte de Francia a expensas de Berlín. Los veinte mil millones de euros en contratos acordados entre compañías chinas y francesas hacen ver de color de rosa las perspectivas de una asociación comercial entre ambos países. En Alemania, sin embargo, suscitan el temor de una posición desventajosa a la hora de competir como consecuencia del desarrollo de una política que opte por acomodarse y no interferir. Por su parte, China no cesa de especular sobre el escepticismo que rodea a las acciones de Merkel. Pekín está tratando de aprovechar una posible rivalidad entre Francia y Alemania. Aproximándose a la primera, intenta empujar a la segunda a ceder terreno en algunas de las cuestiones más desagradables. Por otro lado, una relación de amistad con Francia es especialmente cómoda, ya que el turno de presidencia europea gala coincide con las olimpiadas chinas. La maniobra asiática puede tener éxito en función de la coordinación que logren establecer ambos países entre sí.
Conclusiones

Frente a una China que ha adquirido un peso relevante sobre la escena internacional, Angela Merkel está probando una nueva estrategia en sus relaciones con Pekín que pueda ser apoyada también por el resto de los miembros de la Unión Europea. Este intento, sin embargo, se está viendo debilitado por la acción pragmática de Sarkozy y, por el momento, ha sido acogido con cierta cautela por parte de Europa. Esto no significa que la nueva línea germana no pueda obtener consenso a medio plazo. La capacidad de liderazgo que Alemania posee en Europa depende también de la voluntad de reconocimiento del resto de los países europeos y, ante todo, del consenso interno a la hora de seguir esta línea.

Merkel trabaja en la relación con China

Desde su posición europea privilegiada en los intercambios comerciales con Pekín, la canciller alemana Angela Merkel mira a China con ojos desencantados. La tierra de las grandes oportunidades económicas representa en realidad un reto para los valores del sistema internacional. La defensa de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la responsabilidad global son algunas de las cuestiones que la Alemania dirigida por Merkel está tratando de introducir en el diálogo con China. La visita del Dalai Lama a comienzos de septiembre prueba el cambio de perspectiva de Berlín. Si esta nueva dirección recibiese el apoyo del resto de los países europeos, Alemania podría convertirse en la nación-guía de una política exterior europea.


El recibimiento del Dalai Lama y la irritación china

La visita privada del Dalai Lama en calidad de autoridad religiosa a Angela Merkel ha constituido una ofensa diplomática para China. En respuesta, se ha producido la anulación de la visita del ministro de las finanzas alemán Steinbrück y del ministro de medio ambiente Gabriel. Además, el programa cultural diseñado por ambos países no tendrá la repercusión prevista. El primer ministro chino Wen Jiabao ha pedido a la Canciller como forma de enmienda que considere el recibimiento dado al líder religioso como un error. Esta petición, sin embargo, no es ni conciliable ni realizable.

El Dalai Lama, la máxima autoridad religiosa del budismo, es considerado por el Gobierno chino como el máximo exponente del independentismo del Tibet, región que desde 1951 se encuentra ocupada por la República Popular China. Refugiado en India desde 1959 y galardonado con el premio Nobel de la paz en 1989, es una figura muy mal vista por las autoridades chinas que insisten en reforzar su presencia en la región tibetana. La última demostración de fuerza del Gobierno chino hacia el Tibet ha sido el intento de adjudicarse el derecho de investidura de los altos monjes tibetanos. Esta cuestión, aunque irritada en esta ocasión por la posición alemana, afecta a la diplomacia de la República Popular China desde hace tiempo; no en vano el Dalai Lama ha sido también recibido recientemente por los Gobiernos estadounidense, canadiense y austríaco. En cualquier caso, el recibimiento de dicha autoridad religiosa por parte de Merkel ha sido visto por los dirigentes chinos como un auténtico golpe bajo al que podrían seguir otros. La cuestión del Dalai Lama ha hecho visible un nuevo comportamiento de Alemania en las relaciones con su gran socio comercial. El comportamiento de Merkel parece perturbar las plácidas y cómodas relaciones económicas entre ambos países. Alemania está tratando de insertar en el diálogo con China algunos temas fundamentales como la defensa de los derechos humanos, la protección del medio ambiente o el respeto de la propiedad intelectual. Sobre todas estas cuestiones, sin embargo, China prefiere mantenerse en silencio.

Ampliando la perspectiva, la proximidad de las olimpiadas de Pekín 2008 juega un papel secundario en las relaciones chino-alemanas. Los juegos de agosto de 2008 están dirigiendo los focos de atención también sobre la política interna del país, que ahora es mucho más vulnerable de cara a la opinión pública internacional. Este es uno de los principales motivos por los que China está tratando de asegurarse la fidelidad incondicional de Estados Unidos y la UE y el apoyo de estas grandes potencias occidentales al principio de “una única China”, un principio que sirve tanto para Taiwan como para el Tibet.
Schröder y Merkel. El establecimiento de los intereses alemanes de cara a una China en ascenso

Las líneas de la política exterior alemana en dirección a China se encuentran en una fase dinámica y cambiante. El cambio de cancillería y el avance de China a nivel internacional se encuentran en la base de dicha transformación. Durante la cancillería de Schröder, el principal objetivo del líder alemán fue el de fomentar la aproximación entre ambos Estados para conseguir favorecer que las empresas alemanas alcanzasen una posición relevante en el mercado chino. Entre los actos políticos que trataron de fortalecer esta línea destaca el hecho de que el ex canciller alemán festejase el fin de año en Shangai en el año 2002 o que en el 2004 promoviese, junto con Chirac, la eliminación del embargo europeo de armas a China.

La canciller Merkel está tratando de construir una posición menos cómoda. El pasado 26 de octubre el grupo CDU/CSU presentó en Berlín un nuevo concepto estratégico en relación a Asia que lleva por nombre “China, una oportunidad y un reto para Alemania y Europa”. De forma sintética, establece que los temas a los que la agenda política alemana tiene que dar más importancia en referencia a China son la cuestión de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y el respeto a la propiedad intelectual. Durante la visita que Angela Merkel realizó en mayo de 2006 se discutieron las ayudas al desarrollo destinadas a China. Pekín se ha convertido ya en un interlocutor clave para todas las potencias: posee la cantidad más grande de ahorros, es el segundo en emisión de carbón y defiende el yuan devaluado a pesar de las reclamaciones realizadas por los países occidentales. La influencia a escala mundial de China está cambiando y con ella la percepción que Alemania tiene del gigante asiático. Los intentos de reformular los intereses alemanes por parte de Angela Merkel responden, en consecuencia, a esta transformación estructural.

Entre 1997 y 2006 las exportaciones alemanas hacia China han aumentado de 5.800 millones de euros a 27.500 millones. También el valor de las exportaciones chinas ha aumentado, pasando de los 11.000 millones a los 48.800. Desde 1999, Alemania ha sido el principal inversor europeo en China, especialmente en el sector químico y automovilístico y las inversiones chinas en Alemania asciende a los 308.000 millones de euros. Estas cifras han convertido a Alemania en el principal socio de China. Sin embargo, China es cada vez más competitiva a nivel económico. Desde hace ya algunos años la prensa alemana está anunciando que China se encuentra apunto de adelantar a Alemania en materia de exportaciones. Aunque aún no se ha constatado dicho adelantamiento, es más que previsible. Mientras tanto, China exporta a Alemania mucho más de lo que importa, lo que está fomentando el déficit de la balanza comercial alemana respecto a China. China y Alemania compiten y seguirán compitiendo por definir las vías de distribución y el uso de los recursos energéticos. En el plano internacional, China es un interlocutor fundamental en cuestiones de ámbito regional. Además, es la portavoz de un modelo particular de Estado y de desarrollo que en numerosos aspectos difiere del modelo europeo. La posición mucho menos sumisa de Merkel hacia China trata de tener en cuenta qué es exactamente China hoy en día y, también, en qué se convertirá en un futuro próximo. En función de esta percepción está tratando de reformular su propia estrategia. La respuesta consecuente, de ser sostenida por el resto de los miembros de la UE, confirmaría a Alemania como el país-guía de una política exterior común y aumentaría su propio prestigio.
Los obstáculos

La afirmación de la posición alemana en Europa en la formulación de una política menos sumisa hacia China, una política que vaya más allá de la mejora del rendimiento comercial, no es tan inmediata como podría parecer. Desde el punto de vista de la política interna, la polémica entre la canciller Merkel y el ministro de exteriores Steinmeier que siguió a la visita del Dalai Lama, debilitó la posición alemana frente a la determinación china. El ministro de exteriores y desde hace poco también vice canciller, Frank-Walter Steinmeier, miembro del SPD y mano derecha del ex canciller Schröder, ha definido el comportamiento de Merkel como Schaufensterpolitik, es decir, como una actitud indiscreta y casi ingenua de inmiscuirse en los asuntos internos de un socio comercial. El presidente federal Horst Köhler, por su parte, ha defendido la decisión de Merkel. Sin embargo, en estos momentos, las diferencias en política exterior de la Canciller y del Ministro de Asuntos Exteriores podrían debilitar la credibilidad de este cambio de posición, antes incluso de que fuera afirmado internacionalmente.

Desde el punto de vista europeo, el éxito de la visita del presidente Sarkozy es interpretado por muchos alemanes como una ventaja relativa obtenida por parte de Francia a expensas de Berlín. Los veinte mil millones de euros en contratos acordados entre compañías chinas y francesas hacen ver de color de rosa las perspectivas de una asociación comercial entre ambos países. En Alemania, sin embargo, suscitan el temor de una posición desventajosa a la hora de competir como consecuencia del desarrollo de una política que opte por acomodarse y no interferir. Por su parte, China no cesa de especular sobre el escepticismo que rodea a las acciones de Merkel. Pekín está tratando de aprovechar una posible rivalidad entre Francia y Alemania. Aproximándose a la primera, intenta empujar a la segunda a ceder terreno en algunas de las cuestiones más desagradables. Por otro lado, una relación de amistad con Francia es especialmente cómoda, ya que el turno de presidencia europea gala coincide con las olimpiadas chinas. La maniobra asiática puede tener éxito en función de la coordinación que logren establecer ambos países entre sí.
Conclusiones

Frente a una China que ha adquirido un peso relevante sobre la escena internacional, Angela Merkel está probando una nueva estrategia en sus relaciones con Pekín que pueda ser apoyada también por el resto de los miembros de la Unión Europea. Este intento, sin embargo, se está viendo debilitado por la acción pragmática de Sarkozy y, por el momento, ha sido acogido con cierta cautela por parte de Europa. Esto no significa que la nueva línea germana no pueda obtener consenso a medio plazo. La capacidad de liderazgo que Alemania posee en Europa depende también de la voluntad de reconocimiento del resto de los países europeos y, ante todo, del consenso interno a la hora de seguir esta línea.

lunes, noviembre 05, 2007

Las relaciones China-Japón, algo mejor

Las relaciones geopolíticas entre Japón y China están atravesando un período de mejora general, acompañado por una ligera moderación de algunas de sus divergencias históricas. Sin embargo, no disminuye la atmósfera de nerviosismo y desconfianza que ha caracterizado siempre las relaciones entre los dos países, agudizada ahora por la la difícil reestructuración del cuadro de seguridad asiática, por la crisis política interna japonesa y por la imparable ascensión china en la región.


Los conflictos internos entre ambos países

Desde el punto de vista de la política interna, China y Japón se encuentran en un momento de distensión política y de declaraciones de amistad. Los dos últimos años han constituido un auténtico punto de inflexión en las relaciones diplomáticas entre Pekín y Tokio, marcado por el desarrollo de dos encuentros diplomáticos simbólicos, aunque muy importantes: el primero de ellos tuvo lugar durante la visita del ex Primer Ministro japonés Shinzo Abe a China, y el segundo durante la visita a Tokio del ministro de Defensa chino, un acontecimiento que no se repetía desde hacía nueve años. En ambas ocasiones, los dos países expresaron su voluntad conjunta de retomar las relaciones bilaterales, enfatizando esta nueva línea común con acciones de gran impacto mediático, como la comparecencia de ambos líderes a un partido juvenil de baseball que fue retransmitido por las televisiones internacionales.

Las relaciones diplomáticas chino-japonesas se retomaron en 1972, aunque los conflictos internos han impedido que terminen de normalizarse. Además, estas relaciones se han visto siempre obstaculizadas por desavenencias políticas, disputas territoriales y rencores históricos sin resolver. Entre todos los problemas que desde hace décadas dividen a ambos países, destaca la reconstrucción de la verdad histórica, algo que, aunque parezca sorprendente, en más de una ocasión ha provocado desencuentros e incidentes diplomáticos entre ambos países. En este sentido, China y Japón se muestran inflexibles a la hora de imponer su propia versión del pasado. De hecho, desde la segunda posguerra Asia no ha sido capaz de tomar verdadera conciencia de su pasado, ni mucho menos de acompañar esta toma de conciencia de acciones políticas. Durante todos estos años, el resentimiento ha prevalecido por encima de la reconciliación. En este contexto se enmarca la iniciativa de crear un Comité formado por más de veinte expertos chinos y japoneses, que durante el año 2008 deberá realizar una revisión de los principales acontecimientos históricos ocurridos en los últimos dos mil años. Aunque se trata de una iniciativa importante ya que el Comité se encargará de elaborar la historia que estudiarán las nuevas generaciones, no es probable que sirva para que se superen las rencillas y los rencores seculares: será necesario que transcurra aún mucho tiempo para la población pueda aceptar de forma sincera su propio pasado y asumir sus propias responsabilidades históricas. Esta lentitud asiática a la hora de asumir la propia historia se debe en buena medida a la arraigada tradición de transmisión oral.

Desde el punto de vista de las relaciones económicas entre los dos países y según apuntan algunos marcadores objetivos, la situación es prometedora. Los intercambios aumentan constantemente, siendo China el primer socio comercial de Japón y viceversa. Todo parece indicar que existe una “alianza” comercial muy estable marcada por la dependencia de Japón del inmenso mercado chino y por la necesidad de Pekín de las inversiones extranjeras y de las instalaciones ecológicas que Tokio le proporciona. Sin embargo, la situación interna japonesa no termina de arrancar, y ello a pesar de que desde la segunda guerra mundial ha tenido lugar un crecimiento económico ininterrumpido. Pese a que los informes del Gobierno muestran a un Japón que se encuentra en constante crecimiento, queda ya muy lejos la etapa del famoso boom Izanagi que llevó al país a convertirse, en tan sólo cinco años, en la segunda potencia económica del mundo. En cualquier caso, la tasa de crecimiento del PIB en Japón es bastante alentadora. Entre 1965 y 1970, la tasa de crecimiento fue del 11,5%, un dato que hace palidecer incluso a las cifras actuales del crecimiento chino. Japón ve con recelo y desconfianza el crecimiento económico y político constante de su vecino chino, que no hace más que erosionar su propia posición dentro el contexto asiático. Por otra parte, China ha sufrido un súbito recalentamiento de su economía y necesita urgentemente solucionar su inadecuada política monetaria. Debe afrontar además las críticas de la UE por mantener artificialmente bajo el valor de cambio de su moneda (asegurándose falsas ventajas en el comercio). Japón, a pesar de haber utilizado en el pasado decenio la misma estrategia monetaria, no desperdicia la ocasión de unirse a las críticas y llamar al orden a China, alimentando de esta forma la discordia entre los dos países.
La presencia de Estados Unidos en la zona: ¿intrusos o aliados?

Desde el punto de vista de las relaciones exteriores, un mes después de la elección de Yasuo Fukuda como nuevo Primer Ministro del Partido Liberal-Democrático en sustitución de Shinzu Abe, Japón se presenta como un país dinámico y deseoso de cambiar su imagen en la escena mundial. Al margen de los escándalos que caracterizaron el breve y caótico gobierno de Abe, el nuevo Japón mira al futuro, buscando por un lado reforzar las relaciones bilaterales con su tradicional aliado americano, y por otro esforzándose por conseguir unas relaciones cordiales con China. Tras la declaración de paz entre las dos Coreas y el desmantelamiento de todos los arsenales atómicosde Pyongyang, Fukuda se muestra partidario a una mayor apertura hacia Corea del Norte.

China, por su parte, no vacila en demostrar su deseo de lograr un papel de mayor relevancia a nivel internacional. Para ello no duda en defenderse con todos los medios diplomáticos a su alcance. En estas últimas semanas ha surgido una polémica con Estados Unidos, causada por el encuentro entre el presidente Bush y el Dalai Lama, líder del pueblo tibetano y Premio Nobel de la paz, que fue premiado por el presidente americano con la medalla de oro del Congreso, máximo reconocimiento civil norteamericano. Pekín intenta evitar por todos los medios que otras potencias se inmiscuyan en lo que considera “asuntos internos” dentro de su área de influencia, en este caso el Tíbet. Además, utiliza su peso geopolítico para adoptar posturas tendentes a desestabilizar el orden internacional: como consecuencia de ello, en esta semana el Imperio del Sol Naciente ha convocado al embajador americano en Pekín y se ha retirado de una cumbre internacional centrada en la crisis iraní. Tal vez no son más que acciones simbólicas, pero pueden desencadenar consecuencias concretas. La presencia americana en la región choca con la actitud china en política exterior, que se radicaliza en cuanto ésta siente que hay intrusos en su propio “jardín”. Tal y como está sucediendo en los últimos días, Pekín no duda en utilizar su gran poder para amenazar o tomar posiciones en sus relaciones con Estados Unidos, fácilmente considerados como “intrusos” en la región. Los americanos tienen en Tokio a un gran aliado, tanto por la cantidad de intercambios comerciales como por su función de muro de contención frente a China. En relación a este propósito, se ha hablado de la hipótesis de un eje 'antichino' que incluiría no sólo a Estados Unidos y a Japón, sino también a India y a Australia. Sin embargo, aunque la utilidad de la cercanía americana pueda ser reconocida en Japón, esta alianza no estará libre de problemas: la política interna japonesa se ha visto puesta recientemente a prueba por el apoyo a las tropas norteamericanas en Afganistán, en la misión en el Océano Índico. La ley, relativa al apoyo a Estados Unidos y que caducará a finales de octubre, ya ha provocado tensiones entre el gobierno y la oposición; la oposición, que ha visto cómo aumentaba su poder tras su victoria en las elecciones del pasado julio, dados los precedentes y la actual fragilidad del gobierno japonés, podría aprovecharse de la situación y reclamar el fin anticipado de la actual legislatura.

Finalmente, ambos países forman parte del plan de desarme nuclear de Corea del Norte, aunque también en este punto existen importantes divergencias en sus posiciones: Estados Unidos y Japón se niegan a conceder a Corea del Norte el permiso para poner en marcha un plan de desarrollo de energía atómica, mientras que China (junto a Corea del Sur y Rusia) aboga por la concesión de esta posibilidad bajo estrechos controles internacionales. China criticó a su aliado tras las pruebas nucleares efectuadas por Pyongyang el 9 de octubre de 2006, solicitando al gobierno que suspendiera permanentemente los programas nucleares. Más allá de los diferentes puntos de vista, este acuerdo rediseña el orden geopolítico en las relaciones asiáticas, abre nuevos márgenes de iniciativa para las potencias de la región y, sobre todo, invita a la cautela, dada la poca fiabilidad de los países en cuestión y las numerosas promesas incumplidas en el pasado.
Conclusiones

La impresión general es que realmente se está produciendo un acercamiento entre China y Japón, aunque con un cierto matiz artificioso, forzado y prefabricado. Se puede organizar un Comité histórico ad hoc, se puede alcanzar la cordialidad diplomática gracias al esfuerzo conjunto de ambos países e incluso se puede crear una sólida relación. Pero para ello se necesita sobre todo la confianza de los dos países, cosa que ni China ni Japón parecen estar dispuestos a proporcionar. Es cierto que China quiere asegurarse la hegemonía en la región, eliminando a sus eventuales adversarios para convertirlos en simples “vecinos”; para ello es necesaria la buena voluntad de Fukuda, porque mientras Japón se mantenga sólidamente unido a Washington en contra de China, las posibilidades de ésta se reducen de manera considerable. Del mismo modo, más allá de un punto de vista económico, es realmente interesante para todas las partes que las relaciones diplomáticas, políticas y económicas aumenten ya que Pekín representa una gran oportunidad para Tokio y para sus empresas nacionales, gracias a su papel relevante en los intercambios internacionales y a sus continuas inversiones.

lunes, octubre 15, 2007

Barak propone un escudo antimisiles con EE.UU antes de hablar de retiradas


El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, viajará a USA la semana próxima para promover proyectos conjuntos antimisiles, que Israel considera un prerrequisito para cualquier entrega futura a los palestinos del territorio de Cisjordania.

Las negociaciones de Barak en Washington buscan ayudar a despejar el camino para una conferencia sobre la creación de un estado palestino, organizada por el presidente estadounidense, George W. Bush, con la esperanza de contener al grupo islámico Hamas que desde junio controla la Franja de Gaza.

El Pentágono es socio del proyecto israelí Arrow II, un sistema diseñado para interceptar misiles balísticos del tipo desplegado por Irán y Siria.

Ingenieros israelíes y estadounidenses están trabajando en un proyecto paralelo para interceptar a los proyectiles de las guerrillas.

Israel ha fracasado en su intento por evitar los proyectiles lanzados desde Gaza, territorio al que renunció en el 2005 luego de 38 años de ocupación. Teme una amenaza similar desde Cisjordania, si sus tropas abandonan la región.

Barak se reunió el domingo con la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, quien acaba de iniciar una gira de 4 días por Oriente Medio.

Turquía, la aceptación del genocidio y la integridad territorial

Vista desde fuera, la postura turca con respecto al genocidio armenio puede resultar confusa. Si casi todo el resto del mundo afirma que el gobierno otomano trató de exterminar a su población armenia, ¿por qué Turquía está en desacuerdo?

La respuesta está profundamente oculta en la psiquis turca y, en gran medida, impresa en las páginas de los libros de historia turcos.

Pero con los cambios de los últimos años para promover la democracia en Turquía, las opiniones han empezado a cambiar lentamente.

Turquía empezó a ser una nación hace apenas 84 años, construida a partir de los restos del Imperio Otomano. Las potencias occidentales estaban dispuestas a dividir ese territorio. El Tratado de Sèvres así lo estableció, en 1920. Nunca fue ratificado, pero ese intento aún permanece profundamente arraigado en la memoria de los turcos, muchos de los cuales temen que ese trauma pueda repetirse.

Para protegerse de los poderes invasores, y para concretar la hercúlea tarea de forjar un nuevo Estado, los fundadores de Turquía, encabezados por Mustafa Kemal Ataturk, dejaron de lado diferencias étnicas y religiosas para crear una nueva identidad: la del ciudadano turco. Esa identidad era necesaria para poder convertirse en una nueva nación, pero eclipsó la riqueza cultural de la región.

"En muchos aspectos, la Turquía de hoy está compuesta por los restos de los otomanos", dijo Ali Bayramoglu, un escritor de Estambul. "No se ha convertido todavía en una verdadera sociedad. No está en paz con la diversidad que heredó de la era otomana. La identidad de un turco fue fabricada para poder formar una nación unificada", agregó.

Esa identidad fue construida sobre un cimiento doloroso. Además del genocidio armenio, que aniquiló a más de un millón y medio de armenios en el este de Turquía, hubo también deportaciones masivas de griegos y ejecuciones de líderes islámicos y de nacionalistas kurdos.

"El Estado y la sociedad turcas tienen un pasado traumático, que no es nada fácil enfrentar", dijo Ferhat Kentel, un sociólogo de la Universidad Bilgi de Estambul. Kentel comparó los comienzos de Turquía con un inquilino que advierte que la casa que acaba de alquilar no es nueva, sino que "por debajo tiene todo tipo de basura y suciedad".

"¿Acaso lo gritaría a los cuatro vientos, cuando corre el riesgo de sufrir vergüenza ante los vecinos? ¿O trataría de arreglárselas en silencio, para seguir viviendo en el único hogar que ha conseguido?", preguntó.

El Estado turco, fuertemente centralizado, ha elegido la segunda opción. Le pareció que hacer otra cosa sería provocar divisiones y alentar a las minorías que buscan su independencia. Los libros de texto hablan poco de los acontecimientos que empezaron en 1915, y ponen énfasis en la acción defensiva emprendida contra los armenios rebeldes que simpatizaban con Rusia, el enemigo de Turquía en ese momento.

"La palabra «genocidio», a pesar de toda su frialdad, provoca una intensa reacción en la sociedad turca", dijo Kentel. "Como la retórica del Estado le ha enseñado durante décadas que tiene un pasado glorioso e intachable, el pueblo siente que es imposible que hayan hecho algo tan terrible."

Fethiye Cetin, abogada y autora de un libro sobre la historia de su familia, dijo que se había enterado sólo a los 25 años de que su abuela era una armenia adoptada por una familia musulmana después de que la separaron de sus padres, en 1915. "Crecimos sin saber nada de nuestro pasado", dijo Cetin, que ahora representa a la familia de Hrant Dink, el editor de ascendencia armenia de un diario turco que fue asesinado de un balazo en enero.

"No se hablaba de eso en el entorno familiar", dijo Cetin. "No se enseñaba en las escuelas, y llegó el día en que de repente tuvimos que enfrentar el hecho de que había habido un genocidio armenio en esta tierra."

Pero aunque el Estado turco ha mantenido en secreto esta historia, un número cada vez mayor de intelectuales y escritores trabajan muy duramente para desenterrarla. Los cambios instrumentados por el gobierno turco para ingresar en la Unión Europea también han contribuido a difundir el debate en la sociedad.

Este año, el gobierno dio un paso más, al convocar a una comisión internacional para reexaminar los acontecimientos de esos años y poner a su disposición archivos estatales que se mantenían cerrados.

Declaraciones políticas

En una muestra del largo camino que el gobierno turco aún debe recorrer, el jueves pasado, en Estambul, un tribunal declaró culpables al hijo de Dink, ahora director del diario Agos , y al editor de ese periódico, acusados de insultar la identidad turca al publicar comentarios de Hrant Dink sobre el genocidio.

Medidas como la resolución sobre el genocidio del Congreso estadounidense sólo sirven para complicar la tarea de los que luchan por lograr la apertura de la sociedad, opinaron Centin y Kentel. Agregaron que no se trató de un sincero intento de remediar la situación, tal como afirmaron los legisladores que la aprobaron, sino una declaración política.

El libro de Cetin, Mi abuela , fue muy leído, dijo la autora, porque resultó atractivo como historia profundamente íntima y humana, no como declaración política. "Todos los cambios provocan dolor, y eso es lo que nos ocurre en este momento", dijo.

Turquía atacó en Irak y advirtió a EE.UU.

El ejército turco bombardeó pueblos kurdos de la frontera; según un jefe militar, la relación con la Casa Blanca está en riesgo



En un clima de máxima tensión en la región, Turquía bombardeó ayer pueblos kurdos en el norte iraquí, mientras reforzaba los preparativos para una inminente incursión militar en el país vecino, una iniciativa que amenaza con desestabilizar aún más a Irak y que ocurre en medio de una grave crisis diplomática con Estados Unidos.

Los bombardeos, que no dejaron víctimas mortales, pero sí graves daños materiales, se produjeron en momentos en que el gobierno turco se prepara para pedir al Parlamento autorización para realizar una amplia operación militar contra los separatistas kurdos, que atacan a las fuerzas de seguridad en Turquía y, según Ankara, se refugian en el norte de Irak, donde reciben armas y apoyo financiero. Estados Unidos se opone a esta operación, que podría desestabilizar la única zona relativamente tranquila de Irak y afectar a toda la región.

La escalada de tensión en la frontera entre Turquía e Irak ocurre en medio de una inusual crisis diplomática entre Washington y Ankara, que se desató la semana pasada después de que una comisión del Congreso norteamericano aprobara una resolución que califica de "genocidio" la matanza de miles de armenios a manos del Imperio Otomano a principios del siglo XX.

Turquía, que se considera heredera de ese imperio, rechazó la resolución y advirtió que esa iniciativa afectará su apoyo logístico a las tropas norteamericanas en Medio Oriente. Ankara es un aliado estratégico de la Casa Blanca, que depende de las bases aéreas turcas para trasladar la mayor parte de los suministros para las tropas desplegadas en Irak y Afganistán.

En un indicio de la gravedad de la crisis, el jefe de las fuerzas armadas turcas, general Yasar Buyukanit, advirtió ayer que si la moción sobre el genocidio es aprobada por el Congreso norteamericano, las relaciones militares con Washington no volverán a ser las mismas. "Estados Unidos es un aliado importante, pero un aliado no se comporta de este modo", dijo el jefe militar. "En este asunto, Estados Unidos se ha disparado a sí mismo en el pie."

En este contexto de creciente nerviosismo, el ejército turco bombardeó ayer pueblos del Kurdistán iraquí con artillería pesada. Las bombas provocaron pánico en la población y muchos huyeron, abandonando sus casas y animales. El gobierno turco afirmó que los bombardeos contra los pueblos fronterizos habían sido en respuesta a ataques lanzados por guerrilleros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) infiltrados desde Irak.

El PKK, un grupo separatista considerado terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, lanzó en 1984 una lucha armada contra Ankara que ya dejó más de 37.000 muertos. El ejército turco ya había bombardeado bases de los rebeldes en Irak la semana pasada, después de una ola de ataques en Turquía que dejaron por lo menos 30 muertos en las últimas dos semanas.

El gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, que tiene unos 60.000 soldados desplegados en la frontera con Irak, pedirá entre hoy y mañana al Parlamento autorización para lanzar una ofensiva militar a gran escala contra las bases rebeldes en territorio iraquí. El oficialismo cuenta con la mayoría absoluta en el recinto legislativo, por lo que se descuenta la aprobación de la moción.

El gobierno de Erdogan tomó esta decisión bajo una fuerte presión de la opinión pública turca, cansada de los ataques del PKK, y después de acusar al gobierno iraquí y a Estados Unidos de no hacer lo suficiente para impedir las actividades de los rebeldes.

La amenaza de un ataque turco al norte iraquí, donde hay importantes plantas de petróleo, impulsó, en parte, el aumento de los precios del crudo el viernes pasado a un récord de 84 dólares el barril, ante los temores a una eventual interrupción del suministro desde el país.

En un indicio de las graves consecuencias que podría tener una ofensiva turca en Irak, el jefe del ala militar del PKK, Murat Karayilan, advirtió ayer a Ankara que encontrará una feroz resistencia y enfrentará una guerra de desgaste "como la de Vietnam", si envía tropas al país vecino.

Los preparativos para la ofensiva militar ocurren en momentos en que las relaciones entre Ankara y Washington atraviesan un muy mal momento.

Turquía llamó a consultas a su embajador en Estados Unidos el jueves pasado, después de que una comisión de la Cámara de Representantes, dominada por la oposición demócrata, aprobara la declaración que reconoce el genocidio armenio, ocurrido entre 1915 y 1917.

Pelosi, desafiante

La medida enfureció a Ankara, que amenazó con bloquear el acceso norteamericano a sus bases militares y que, según fuentes turcas, incluso podría prohibir a los aviones de Estados Unidos ingresar en su espacio aéreo. El 70 por ciento de las cargas aéreas para las tropas norteamericanas en Irak llegan a través de bases en Turquía.

El presidente George W. Bush había intentado en vano persuadir a los legisladores para que votaran en contra de la resolución, con el argumento de que ésta perjudicaría gravemente las relaciones con un importante aliado en la guerra contra el terrorismo.

Pero, pese a las advertencias de Bush y a las amenazas de Turquía, la demócrata Nancy Pelosi, titular de la Cámara baja, confirmó ayer que llevará la moción al recinto para que sea votada en pleno, algo que ocurriría a mediados del próximo mes.

viernes, octubre 12, 2007

Democracia y guerras

En la Primera Guerra Mundial participaron 33 países, diez de los cuáles eran democracias que no combatieron entre sí. En la Segunda Guerra Mundial participaron 52 naciones, entre ellas 15 democracias que no abrieron fuego unas contra otras.

Desde comienzos del siglo XIX hasta fines del XX tuvieron lugar 198 guerras entre dictaduras, 155 guerras entre dictaduras y democracias y ninguna guerra entre democracias.