Un año antes de la elección, Bush tenía niveles de aprobación superiores al 80%. Pero la economía atravesaba una etapa de recesión y Carville lo aprovechó, ya sea para repetirla, para reformularla o para refutarla, no hay especialista en marketing político que se precie de tal que no la tenga siempre presente. La frase "es la economía, estúpido" se transformó en los últimos 15 años en la síntesis más cruda de la incidencia de factores como crecimiento, inflación o empleo a la hora de votar.
Pero como pasa con tantas frases que integran la cultura universal, el camino a la fama tergiversó su forma original. Así como Humphrey Bogart nunca dijo "Tócala de nuevo, Sam" en Casablanca , James Carville, estratego de la campaña de Bill Clinton en 1992, había acuñado una frase ligeramente diferente. "La economía, estúpido [The economy, stupid]", sin verbo alguno, era lo que en realidad figuraba en el cartel que el asesor colgó en las oficinas del por entonces todavía gobernador de Arkansas.
Clinton, el candidato demócrata a la Casa Blanca, enfrentaba a George Bush padre, que buscaba su reelección. La política internacional del representante republicano -en cuyo período la caída del Muro de Berlín puso fin a la Guerra Fría y la primera Guerra del Golfo le permitió a Estados Unidos liderar una amplia coalición internacional- lo mostraba como un favorito. Un año antes de la elección, el presidente tenía niveles de aprobación superiores al 80%. Pero la economía atravesaba una etapa de recesión y Carville lo aprovechó.
En rigor, el cartel colgado en el bunker de Clinton en Little Rock tenía tres frases que pretendían resumir el espíritu del discurso que el candidato debía internalizar para su campaña. La más famosa era la del medio. La anterior decía: "Cambio v. más de lo mismo". La última rezaba: "No te olvides del sistema de salud".
Clinton machacó sobre la recesión y venció al padre del actual mandatario. La frase desde entonces fue popularizada y reformulada cada vez que alguien quiere enfatizar la importancia de un asunto para la consecución de un objetivo. Carville, por su parte, ganó fama internacional y hasta llegó a asesorar a Eduardo Duhalde antes de su derrota en 1999. Recientemente también trabajó para Daniel Scioli.
Años más tarde, Clinton volvió a usufructuar la importancia de la economía para el clima política cuando el escándalo con Monica Lewinsky no logró sacarlo del poder. Para entonces, el desempleo había caído y el país vivía uno de los crecimientos más prolongados de su historia. Nuevamente, prevaleció la economía y Clinton pudo completar su mandato.
Pero como pasa con tantas frases que integran la cultura universal, el camino a la fama tergiversó su forma original. Así como Humphrey Bogart nunca dijo "Tócala de nuevo, Sam" en Casablanca , James Carville, estratego de la campaña de Bill Clinton en 1992, había acuñado una frase ligeramente diferente. "La economía, estúpido [The economy, stupid]", sin verbo alguno, era lo que en realidad figuraba en el cartel que el asesor colgó en las oficinas del por entonces todavía gobernador de Arkansas.
Clinton, el candidato demócrata a la Casa Blanca, enfrentaba a George Bush padre, que buscaba su reelección. La política internacional del representante republicano -en cuyo período la caída del Muro de Berlín puso fin a la Guerra Fría y la primera Guerra del Golfo le permitió a Estados Unidos liderar una amplia coalición internacional- lo mostraba como un favorito. Un año antes de la elección, el presidente tenía niveles de aprobación superiores al 80%. Pero la economía atravesaba una etapa de recesión y Carville lo aprovechó.
En rigor, el cartel colgado en el bunker de Clinton en Little Rock tenía tres frases que pretendían resumir el espíritu del discurso que el candidato debía internalizar para su campaña. La más famosa era la del medio. La anterior decía: "Cambio v. más de lo mismo". La última rezaba: "No te olvides del sistema de salud".
Clinton machacó sobre la recesión y venció al padre del actual mandatario. La frase desde entonces fue popularizada y reformulada cada vez que alguien quiere enfatizar la importancia de un asunto para la consecución de un objetivo. Carville, por su parte, ganó fama internacional y hasta llegó a asesorar a Eduardo Duhalde antes de su derrota en 1999. Recientemente también trabajó para Daniel Scioli.
Años más tarde, Clinton volvió a usufructuar la importancia de la economía para el clima política cuando el escándalo con Monica Lewinsky no logró sacarlo del poder. Para entonces, el desempleo había caído y el país vivía uno de los crecimientos más prolongados de su historia. Nuevamente, prevaleció la economía y Clinton pudo completar su mandato.
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