Le reprochan su sobreactuación en el caso de los niños africanos y su lentitud para cumplir promesas.
A seis meses de su victoria electoral, el presidente Nicolas Sarkozy se encuentra en medio de un aluvión de críticas, desatado por su viaje a Chad para lograr la repatriación de tres periodistas franceses y cuatro azafatas españolas detenidas en ese país, y por la demora en cumplir sus promesas de campaña.
"Sarkoman", "Jack Bauer de la diplomacia" o "el presidente bombero" son algunos de los calificativos que le atribuyeron los diarios franceses para evocar su inesperado desplazamiento a Yamena con el objetivo de traer a Europa a parte de los 21 detenidos tras el intento ilegal de la ONG Arca de Zoé de trasladar a Francia a 103 niños africanos.
Escandalizados por los riesgos de banalización de la función presidencial, numerosos líderes reprobaron la iniciativa de Sarkozy.
"No se puede dirigir un Estado creyéndoseel Zorro -estimó el diputado socialista Jean-Louis Bianco-. Sarkozy no resiste a la tentación permanente de hacerse notar como si fuera el único que actúa en Francia." El Partido Socialista (PS) solicitó la creación de una comisión de información, como ya lo había hecho en julio tras la liberación de la enfermeras búlgaras detenidas en Libia. En esa ocasión, el presidente había enviado primero a su entonces mujer Cécilia y después viajó personalmente para agradecer al líder libio, Muammar Khadafy.
Marine Le Pen, vicepresidenta del partido de extrema derecha Frente Nacional, acusó a Sarkozy de montar una "política espectáculo".
"Quiere hacer olvidar a los franceses que todavía no ha hecho nada", atacó Le Pen.
Los últimos sondeos parecen darle la razón. La popularidad de Sarkozy, elegido con el eslogan de "Trabajar más para ganar más", cae en picada desde hace varias semanas, a medida que aumenta la exasperación frente al alza de los precios.
Según una encuesta de TNS-Sofres, 85% de los franceses no cree en la política del gobierno para contener la inflación. Esos incrementos afectaron en particular rubros cruciales de la economía familiar como los alquileres o los combustibles, mientras que los trabajadores esperan aumentos salariales que no llegan.
En ese contexto, los sindicatos anuncian un noviembre "caliente", que comenzará el 13 con una huelga de protesta contra la intención del gobierno de terminar con los regímenes especiales de jubilación. Para el 20 se anuncian paros de empleados públicos, de correos y de telefónicos en demanda de mejoras salariales. El 29 saldrán a la calle los jueces y empleados judiciales para protestar contra el proyecto de reforma de la Justicia.
En tanto, mientras esos nubarrones comienzan a oscurecer su futuro político en Francia, el presidente viajó ayer a Washington, con intenciones de confirmar su simpatía por los norteamericanos.
Hiperactivo, presente en todos los frentes, Sarkozy no escucha las críticas y relega a los miembros del gabinete al papel de simples figuras decorativas.
Ese cambio brutal en el ejercicio del poder horroriza a muchos en un país profundamente apegado al respeto de las tradiciones.
Impasible, Sarkozy levanta los hombros y repite: "No me eligieron para mirar pasar los trenes".
A seis meses de su victoria electoral, el presidente Nicolas Sarkozy se encuentra en medio de un aluvión de críticas, desatado por su viaje a Chad para lograr la repatriación de tres periodistas franceses y cuatro azafatas españolas detenidas en ese país, y por la demora en cumplir sus promesas de campaña.
"Sarkoman", "Jack Bauer de la diplomacia" o "el presidente bombero" son algunos de los calificativos que le atribuyeron los diarios franceses para evocar su inesperado desplazamiento a Yamena con el objetivo de traer a Europa a parte de los 21 detenidos tras el intento ilegal de la ONG Arca de Zoé de trasladar a Francia a 103 niños africanos.
Escandalizados por los riesgos de banalización de la función presidencial, numerosos líderes reprobaron la iniciativa de Sarkozy.
"No se puede dirigir un Estado creyéndoseel Zorro -estimó el diputado socialista Jean-Louis Bianco-. Sarkozy no resiste a la tentación permanente de hacerse notar como si fuera el único que actúa en Francia." El Partido Socialista (PS) solicitó la creación de una comisión de información, como ya lo había hecho en julio tras la liberación de la enfermeras búlgaras detenidas en Libia. En esa ocasión, el presidente había enviado primero a su entonces mujer Cécilia y después viajó personalmente para agradecer al líder libio, Muammar Khadafy.
Marine Le Pen, vicepresidenta del partido de extrema derecha Frente Nacional, acusó a Sarkozy de montar una "política espectáculo".
"Quiere hacer olvidar a los franceses que todavía no ha hecho nada", atacó Le Pen.
Los últimos sondeos parecen darle la razón. La popularidad de Sarkozy, elegido con el eslogan de "Trabajar más para ganar más", cae en picada desde hace varias semanas, a medida que aumenta la exasperación frente al alza de los precios.
Según una encuesta de TNS-Sofres, 85% de los franceses no cree en la política del gobierno para contener la inflación. Esos incrementos afectaron en particular rubros cruciales de la economía familiar como los alquileres o los combustibles, mientras que los trabajadores esperan aumentos salariales que no llegan.
En ese contexto, los sindicatos anuncian un noviembre "caliente", que comenzará el 13 con una huelga de protesta contra la intención del gobierno de terminar con los regímenes especiales de jubilación. Para el 20 se anuncian paros de empleados públicos, de correos y de telefónicos en demanda de mejoras salariales. El 29 saldrán a la calle los jueces y empleados judiciales para protestar contra el proyecto de reforma de la Justicia.
En tanto, mientras esos nubarrones comienzan a oscurecer su futuro político en Francia, el presidente viajó ayer a Washington, con intenciones de confirmar su simpatía por los norteamericanos.
Hiperactivo, presente en todos los frentes, Sarkozy no escucha las críticas y relega a los miembros del gabinete al papel de simples figuras decorativas.
Ese cambio brutal en el ejercicio del poder horroriza a muchos en un país profundamente apegado al respeto de las tradiciones.
Impasible, Sarkozy levanta los hombros y repite: "No me eligieron para mirar pasar los trenes".
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