Aquellos que defienden la solución de un solo estado y menosprecian el criterio demográfico, provocarán al final la liquidación de Israel como estado judío.
Por Avshalom Vilán y Morris Strun - Ynet
El llamado de los caballeros de la derecha israelí al reconocimiento palestino del estado judío como una condición previa para la reanudación del proceso político, un llamado que gozó de un refuerzo extraño por parte de Ehud Barak, da cuenta de una falta de comprensión demográfica y podría provocar la destrucción del estado judío.
En esta etapa queda claro que el significado de este llamado es el mantenimiento del status quo y la liquidación de todo programa para la división de la tierra. Es más, la idea se opone decididamente a la política de prudencia adoptada por nuestros antepasados desde el principio del poblamiento judío aquí.
Los fundadores del Ishuv (el poblado judío en la Tierra de Israel antes de la creación del estado) comprendieron ya entonces, que para crear un estado judío democrático hacía falta tener en cuenta sobremanera el dato demográfico, pues es el que definiría a largo plazo. De hecho, ya en la época del reino otomano, los primeros sionistas fueron a establecerse en las zonas de menos densidad poblacional. Ellos comprendieron que en lugar de reconstruir el reino de Salomón y erigir nuevamente el Gran Templo, era preferible establecerse en una zona donde constituyeran mayoría judía y pudieran inaugurar un centro nacional, social, cultural y político.
Ya entonces, no se dirigieron los pobladores a lugares sagrados, donde ya había mayoría árabe musulmana o cristiana, como Shjem, Hebrón, Jericó o Jerusalem. Eligieron establecerse en la despoblada franja costera entre Yaffo y Haifa, y en la Galilea oriental junto a ciudades con mayoría judía como Tiberíades o Safed. La política judía de "fijar hechos consumados" en el terreno se aplicó en territorios sin densidad poblacional palestina, y no por casualidad.
La enorme mayoría de la conducción del Ishuv aceptó en 1947 la resolución de la ONU de la Partición de Palestina, debido a que comprendió que, luego de la Segunda Guerra Mundial la realidad había cambiado, y existía un reconocimiento internacional nuevo del derecho de los pueblos a controlar su destino (el hecho de que los palestinos mismos rechazaron la propuesta de partición es la base de la tragedia del pueblo palestino hasta el día de hoy).
Aún al culminar la Guerra de la Independencia, el primer ministro de Israel, David Ben Gurión, rechazó por consideraciones demográficas la propuesta de Igal Alón de conquistar grandes pociones de la Margen Occidental y controlar territorios, la mayoría de cuya población era árabe.
La verdadera controversia en torno a la cuestión demográfica comenzó sólo después de la Guerra de los Seis Días. POr primera vez, parte de la sociedad judía israelí aceptaba renunciar a la exigencia de presencia de una mayoría judía, en el sentido de pueblo, y exigió imponer el reconocimiento del estado judío por virtud de su superioridad y poder. Por primera vez apareció también la demanda de aplicar las características de un régimen de Apartheid, según las cuales no es la mayoría la que fijará el carácter del estado, sino las características personales de un grupo particular en su seno. Como se sabe, se trata casi de una definición suave de racismo, envuelta, como se estila en nuestras comarcas, con argumentaciones de seguridad, religiosas o mesiánicas.
De modo paradójico, aquellos que se separaron de la política de los criterios demográficos y fundaron asentamientos judíos en pleno corazón de los territorios, con el objetivo de estado de cerrar el paso a toda posibilidad de solución política futura de dos estados, son aquellos que encabezan hoy la demanda de reconocimiento árabe y palestino del Estado de Israel como estado judío.
La tragedia podría ser que aquellos que enarbolan la solución de un solo estado y se burlan del criterio demográfico, al infal provocarán la destrucción de Israel como estado judío. Su exigencia de reconocimiento del estado judío como truco para el bloqueo político, provocará, al fin y al cabo, el "síndrome de Sudáfrica" entre nosotros: presiones políticas enormes y la exigencia de un acuerdo basado en una Legislatura con mayoría palestina, y el fin de Israel como estado de los judíos.
Avshalom Vilán es diputado de la Knesset por el partido Meretz; Morris Strun es profesor de biología en la Universidad de Ginebra.
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