Los electorados no agradecen: agarran y votan a un gobernante a todas luces pésimo, como Fernando De la Rúa o Sebastián Piñera, a la hora de buscar una alternativa. Votan perspectivas, no pasado, a menos que esa referencia pasada les pueda plantear un promesa.
No andan con vueltas. Son killers. Por eso las cuotas de responsabilidad siempre son compartidas: es el electorado y el gobierno que se va, el que hacen posible el próximo.
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