lunes, enero 13, 2014

Ruptura y continuidad, el búsqueda del Capriles argentino


Desde hace mucho tiempo, insistimos en este blog sobre la nueva estrategia opositora que tuvo epicentro en Venezuela, luego de la emergencia del primer liderazgo opositor que desafió con cierto éxito al imbatible chavismo y que poco a poco fue extendiéndose al resto de la región. Henrique Capriles, gobernador del Estado Miranda se convirtió en el principal líder opositor al oficialismo venezolano y le señaló, al resto de sus homónimos sudamericanos, una estrategia novedosa para enfrentar a los gobiernos antineoliberales, que aquí llamamos caprilización. La misma, como ya se escribió, consistía en tomar (o apropiarse de) una parte de la agenda oficial y ofrecerse como el espacio capaz de subsanar los “males” que habitan en el modelo. La lógica opositora, entonces, apunta a valorar y tomar como propio las banderas de lo “bueno” y criticar con firmeza los “debe”, presentándose más como “la solución” que como la “oposición”. Este camino es el que están comenzando a transitar las oposiciones sudamericanas con cierto éxito: Massa en Argentina y Marina Silva en Brasil, por mencionar algunos.Esta estrategia opositora, que por supuesto se encuentra hoy en el plano de lo discursivo, se asienta, entonces, en los cuántos de continuidad y ruptura expresan.

Pero como “It takes two to tango” los grados de continuidad y ruptura también dependen de la posición política del gobierno. Una posición política de fortaleza o de debilidad, con seguridad moverá el amperímetro de la continuidad y ruptura. Enfrentar un gobierno debilitado permitirá insistir en la ruptura sin perder muchos grados de continuidad y una posición gubernamental fuerte dará lugar a un mayor énfasis en la continuidad que en la ruptura. Es decir, la estrategia opositora danza al compás del porvenir del gobierno. Pero siempre manteniendo la ecuación. Los riesgos de salir de ella, se comenzaron a ver recientemente en Venezuela y los resultados no parecen ser los mejores.

Luego de perder la elección por menos del 2%, Capriles inició una gira por Sudamérica con la finalidad de denunciar el supuesto fraude del chavismo en la compulsa del 14 de abril. Durante los meses sucesivos, intentó de diversas maneras deslegitimar al gobierno de Maduro en lo interno y jugó todas las fichas a la elección municipal del pasado 8 de diciembre a la cual calificó como un plebiscito. Es cierto que durante esos meses, la administración Maduro no gozó de los vientos de la “fortuna” (y en algunos casos de la “virtud”), lo que dentro de la lógica descripta en forma precedente inclinaba la balanza de la ecuación más hacia el lado de la ruptura que a la continuidad. Sin embargo, Capriles fue un paso más adelante: la deslegitimación lisa y llana del presidente en ejercicio. Desde allí que digamos que Capriles se descaprilizó. Dejó de lado la tensión continuidad- ruptura y se inclinó por acortar el mandato de Maduro. Es decir, intentó superar la ecuación que le había permitido convertirse en uno de los principales candidatos opositores en desafiar seriamente al chavismo, dando lugar a la deslegitimación del sucesor de Chávez. De esa manera, el abandono de la estrategia que le permitió crecer electoralmente en pos de una táctica impaciente e inconstitucional, llevó a Capriles a la derrota. Las elecciones de diciembre les marcaron un límite al gobernador de Miranda y la ampliación de la brecha entre oficialismo y oposición (de 2% a casi 10%) y la derrota en su propio Estado, fueron la consecuencia directa de un giro estratégico a destiempo. Patear el tablero del mix continuidad- ruptura y tomar el atajo de la deslegitimación no le ofreció réditos electorales y políticos. Capriles no sólo gambeteó su propia estrategia exitosa, sino que también dejó al mirandino en una posición de debilidad en el interior del antichavismo. La emergencia ( y consolidación) de nuevos liderazgos en el MUD, como el Alcalde Mayor de Caracas, Antonio Ledezma, como así también el titular del Estado de Lara, Henry Falcón (quien proviene de las filas del chavismo) ponen en tensión al liderazgo de Capriles en el interior de las fuerzas antichavistas.

Los riesgos de la descaprilización están a la orden del día. La debilidad de los gobiernos pareciera aumentar las oportunidades de salir del esquema continuidad- ruptura y tomar el atajo de la deslegitimación (o de la oposición a todo el paquete). Desde allí que, volviendo a nuestro país, observemos un tímido giro en la estrategia de nuestro Capriles argento, Sergio Massa. El ex intendente de Tigre ha tomado, en estos últimos meses, decisiones un tanto polémicas que muestran un cierta prisa por llegar sin importar salir del equilibrio que tanto rédito político le originó: 1) viaje a España (el país más de derecha de Europa) para sacarse fotos con hombre prominentes del (¿franquista?) PP 2) invitación al exalcalde de Nueva York, el duro Rudolph Giuliani para disertar sobre seguridad, 3) aumento del perfil público del neoliberal Martín Redrado, 4) reuniones con la Mesa de Enlace (como las de ayer) con promesas de eliminar retenciones, entre otras. Sin dudas, esto no significa el abandono de la estrategia original, pero este corrimiento a la derecha del espectro político lo va alejando del redituable equilibrio. Caprilizar, no sólo es posicionarse frente al gobierno desde el par continuidad- ruptura, sino también es ubicarse en el centro del contínuum ideológico. Sumado a esto, siempre está latente la alternativa de la descaprilización, que alientan muchos de sus aliados en el terreno económico y partidario.

¿Podrá Massa mantener el equilibrio y la tensión del mix continuidad- ruptura? ¿Sufrirá la tentación de patear el tablero? ¿Un bajón del gobierno, acelerará la estrategia de descaprilización? ¿Un repunte del gobierno hará virar la estrategia hacia mayores grados de continuidad? ¿Podrá mantener esta estrategia hasta la hora de las definiciones? ¿Será empujado Massa por el ala que necesita de la ruptura? ¿Los socios empresarios del ex intendente de Tigre quieren caprilizar o descaprilizar?

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