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martes, marzo 22, 2016
Twitter cumple 10 años arrastrado por un mar de problemas
La red de los 140 caracteres, que ha revolucionado la forma de comunicación y de consumo de programas de televisión, se enfrenta a una crisis de identidad como plataforma y como negocio en donde al estigma de la impunidad y el anonimato le sigue pasando factura
De aquella herramienta que se podían enviar 140 caracteres queda, a día de hoy, más bien poco. Su fórmula de micromensajes se mantiene a día de hoy. Pero desde entonces muchas cosas han cambiado. Twitter, a quien se le valora haber inaugurado una nueva forma de consumir contenidos, sigue siendo un extraño animal dentro de la fauna tecnológica, que lucha con denuedo aumentar su audiencia y los ingresos. Y de aquel boceto dibujado en una hoja de papel en donde se soñaba con el éxito han pasado ya diez años.
Pionera en su causa, es el lugar donde confluye la información en tiempo real. Pero sus decisiones empresariales, muchas poco afortunadas, han propiciado que acumule numerosas miserias y que los triunfales cohetes se intercambien en dudas e incertidumbres. La red social se ha convertido en una herramienta indispensable para periodistas, activistas, celebridades y demás sujetos, pero aún no ha conseguido extenderse más allá de los reinos singulares de la «tuitocracia».
Escaso crecimiento de usuarios
Llega a este lunes a un aniversario un tanto agridulce. Con 320 millones de usuarios únicos en todo el mundo y 11 millones registrados solo en España, la red del pajarito azul sigue volando por libre a la espera, quizá, de ser la merienda de un ave rapaz. Lo intentó Facebook. Se rumoreó que Google le llegó a extender un cheque con varios ceros. Pero la plataforma, cuya valoración llegó incluso a establecerse en 10.000 millones de dólares, corre el riesgo de acabar el cajón de los olvidos.
No ayuda a alcanzar su objetivo las cifras de usuarios obtenidas en el último trimestre, en donde queda patente que su crecimiento es plano. Para entendernos, en Twitter, ahora, estamos los que somos y somos los que estamos. «Un logro ha sido conseguir en diez años que la mayoría de gente siga. Es muy difícil luchar contra Facebook, pero bueno, está ahí y poco a poco tiene que ir buscando su sitio, al menos desde el punto de vista empresarial», considera Iván Rodríguez, director de operaciones de la firma de análisis Pirendo. La compañía americana se enfrenta a numerosos retos y a una profunda crisis de identidad. «El problema de Twitter es que los empleados de Twitter no son tuiteros», lamenta este experto. «Se han tomado decisiones que no han sido las más acertadas».
Falta de un rumbo fijo
De su actual consejero delegado, Jack Dorsey, se le achaca el rol de «padre» de la criatura. Pero tuvo otros familiares. Biz Stone, Evan Williams y Noah Glass parieron la idea, pero se salieron del camino cuando la locomotora cogía velocidad. Y el rumbo sigue sin estar claro. «El gran problema de Twitter es que solo piensan en ganar dinero y se ha dado de lado al usuario. En Twitter faltan más evangelistas», insiste Rodríguez, convencido que la empresa no tiene un modelo de negocio definido desde el principio: «Más que crisis de identidad, lo que le pasa a Twitter es que no sabe quién es».
Defiende otra idea otro experto en estas lides. José Luis Orihuela, profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y autor de «Mundo Twitter», deja caer que la firma norteamericana ha perdido capacidad de reinventarse: «Desde su salida a bolsa en 2013, Twitter parece más preocupada por contentar a sus accionistas que por seguir innovando para sus usuarios. Aunque es un dilema clásico de las tecnológicas cotizadas, en Twitter se ha notado especialmente la disolución del liderazgo y la pérdida del impulso innovador».
A su juicio, «indudablemente, no tiene el atractivo de otras plataformas más intuitivas a las que, desgraciadamente quiso copiar, pero mantiene su inalterable función de sismógrafo social y de sistema de alerta temprana», añade Orihuela. «Twitter tiene problemas visibles y noticiables sobre todo porque cotiza en bolsa y por cómo funcionan los mercados, y que éstos reaccionan más a impulsos que a cosas más racionadas, aunque creo que en parte se lo han buscado», sugiere Javier Guembe, autor del libro «Twitter para Dummies» y emprendedor con la agencia de marketing online UniversoSM.
Controvertida política contra el acoso
Otro de los problemas que presenta Twitter tiene que ver con el ámbito legal: cualquier «tuitero» puede cometer ciertos delitos. Los más frecuentes, y que están tipificados en el Código Penal, son amenazas, injurias, revelación de secretos, calumnias o ciberacoso. Recientemente el juez Santiago Pedraz propuso juzgar al concejal de Ahora Madrid, Guillermo Zapata, por un «tuit» publicado en 2012 y que podría tipificarse como delito de humillación a las víctimas del terrorismo. En 2014, otro usuario fue condenado a pagar 1.300 euros por por otro «tuit» injurioso contra la entonces delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes. Son dos ejemplos, pero periodistas como Lara Siscar o humoristas como Eva Hache sufrieron en sus propias carnes la cara menos amable del anonimato.
«Twitter no es más que el medio en el que se llevan a cabo diferentes relaciones sociales y, como sucede en el mundo offline, pueden darse también situaciones que ciertas personas aprovechan para cometer delitos», explica Joaquín Muñoz, abogado de Abanlex, especializado en Derecho Tecnológico. Este experto considera que no hay que perder la perspectiva de que, al final, Twitter es solo un medio más en el que se pueden o no cometer delitos, al igual que por email, WhatsApp o cara a cara. «Es cierto -puntualiza- que por la cantidad de usuarios o porque personajes públicos lo utilizan con frecuencia como canal de comunicación, en ocasiones puede darse mayor trascendencia, pero el delito cometido es el mismo que cuando se comete por otros medios no tecnológicos».
Por esta razón, todo «tuitero», y quienes hagan «retuits», deben actuar con responsabilidad y sentido común, sin aprovechar el anonimato que otorga la red. «Es una falsa percepción de los usuarios -puntualiza el experto- que piensan que por esconderse tras un pseudónimo están amparados para hacer lo que les venga en gana sin llegar a poder ser identificados». Y es que todo usuario de red microblogging tiene que vincular una cuenta de correo electrónico al darse de alta al mismo tiempo que queda registrada «la dirección IP desde la que se actualiza el perfil, lo que es en un alto porcentaje de los casos suficiente para poder identificar a los usuarios».
Las autoridades reclaman mayor colaboración con este tipo de proveedores de servicios de internet, que se escudan en su residencia habitualmente en EE.UU. para no contribuir con las investigaciones. «En general, los proveedores de internet son reacios de dar información de usuarios e IP de fuera del país de origen. Aquí se necesita velocidad y rapidez en las investigaciones. Hay operadores de servicios que no guardan los datos de ocho meses cuando igual una comisión rogatoria tarda un año», agrega el Teniente Coronel Juan Sotomayor, del departamento de Delitos Telemáticos de la UCO de la Guardia Civil.
Tanto Policía y Guardia Civil insisten en la necesidad de denunciar cuando un usuario es acosado a través de las redes sociales, como hizo en su momento Lara Siscar, víctima de acoso y humillación constante por parte de dos hombres, que llegaron a crear hasta 30 perfiles diferentes. Por suerte, fueron arrestados. Sin embargo, la presentadora aseguró: «Bloquear no sirve de nada cuando la cuenta es falsa. Crean otra a la misma velocidad. Y otra... y otra... y otra». El procedimiento legal ante la comisión de un posible delito es algo tedioso. «En primer lugar, es necesario constituir prueba, para lo que se obtendrá una captura certificada del tuit a través del que se haya cometido el delito», explica el abogado. «A continuación, en el caso de que el usuario sea anónimo, se presenta una denuncia y la Policía o Guardia Civil, previa obtención del mandato judicial solicitará a Twitter que identifique a la persona».
Aunque la compañía ha ido mejorando los mecanismos para controlar las conductas lesivas y, en la actualidad, el propio usuario puede bloquear y reportar perfiles en caso de detectar alguna conducta anómala o que pueda ser delictiva, Vijaya Gadde, consejera de Twitter, admitió en un un artículo publicado el pasado año en «The Washington Post», que habían «fracasado a veces» al intentar proteger a sus usuarios porque detectar casos de acoso no es fácil y cuando lo hacían, eran «inexcusablemente lentos». Aún así, insistía: «La seguridad no es un fin en sí mismo. Si no se aplican de forma reflexiva, las herramientas de seguridad pueden minar la libertad de Twitter tanto como el abuso».
Banalización de los mensajes
Tampoco hay que olvidar que se trata de una nueva herramienta de comunicación de muchos a muchos. «Es multidireccional», apunta Javier de Rivera, sociólogo especializado en redes sociales, quién alude a la particular estructura de Twitter para entender la vorágine informativa que en en ella se desarrolla y cómo se pueden crear infinidad de cuentas, contínuamente, dando lugar a un cierto descontrol, de la misma manera que es capaz de convertir en noticia algo que, de no existir Twitter, no lo sería.
El activismo y el matonismo en Twitter ha sido otra constante para dotarle de negativismo, aunque «conseguir unas ciertas dosis de activismo que genere ruido no se traduce necesariamente en la conducta de la gente», cree Gonzalo Martín, socio fundador de la agencia de marketing digital Territorio Creativo. Porque otra de las críticas más feroces que se le hace a Twitter es promulgar una banalización de los mensajes hasta límites insospechados. Las campañas teledirigidas para desacreditar a instituciones o personas en particular ha provocado la espantada de usuarios como Elena Valenciano, Adele o la cantante de Russian Red.
Y es que la clave de Twitter es generar opinión y los usuarios tienen que ser conscientes de que forman parte de una red con una dinámica muy concreta, «en la que se mueve una gran cantidad de información en la que lo atractivo es opinar, participar en un discurso y generar opinión», apunta de Rivera. Aunque Twitter podría ser un foro de encuentro, en el que se dieran discusiones reales, en el que los usuarios expresaron sus opiniones bajo un clima de tolerancia y respeto, en realidad no es así. «Es un medio es muy abierto en el que el usuario se siente frustrado porque no permite esa discusión real. Si no estás de acuerdo con alguien o algo, no hay espacio para explicarlo por lo que todo se canaliza hacia una polarización y enfrentamiento», indica.
Sin embargo, la excesiva importancia que se le concede a ser «Trending Topic» es fruto del tipo de «sociedad que rodea a Twitter», aclara el sociólogo. Aunque los medios de comunicación colaboran en la amplificación de todo lo que sucede en ella, la plataforma también es capaz de potenciar cualquier tema gracias a los «Trending Topic». «Es la otra manera con la que la que la propia red social pretende generar interés y le dice al usuario ‘eso es lo que tienes que leer’».
El «ruido» generalizado es un problema. «Pocos tuits relevantes. Sin embargo no están favoreciendo herramientas que ayuden a ver lo más relevante (hay una oficial que trajo mucha discusión recientemente pero no es personalizable al gusto del usuario), la gestión de listas, de usuarios, de favoritos... es muy tosca», argumenta Guembe.
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