sábado, julio 01, 2017

Un argentino entre soviéticos: la asombrosa historia del espía comunista que financió la revolución





A cien años de los acontecimientos dieron lugar a la URSS, un repaso por la increíble vida del empresario Félix Weil, amigo del intelectual Theodor Adorno y de los principales dirigentes bolcheviques, colaborador en la Escuela de Frankfurt, y espía de la Internacional Comunista en la Argentina


Por Diego Rojas y Ariel Liefeldt

Retrato de Félix Weil



Se sabe que los aniversarios centenarios son propicios para inventar mitos, esculpir cuentos monumentales, exagerar. A pocos meses del centenario de la revolución bolchevique de 1917, se podría -entonces- inventar la historia del argentino más influyente entre los soviéticos: un empresario nacido en Buenos Aires -un burgués muy burgués- que habría hecho una gran fortuna con la exportación de granos mientras, a la vez, financiaba a la Escuela de Frankfurt, cuna de ideas radicales sobre la cultura-; que habría sido un espía secreto de la Internacional Comunista en la Argentina, que le habría salvado la vida a la revolucionaria alemana Clara Zetkin, que habría comprado los derechos de la fundacional película de Sergei Eisenstein El acorazado Potemkin, que le habría propuesto a León Trotski editar sus libros. Y más.



Pero nadie lo creería.



Por eso es mejor señalar, por una cuestión de rigor periodístico, que todo lo anterior es cierto y que corresponde a los hechos de la vida de Lucio Félix José Weil, el burgués argentino secreto de los soviéticos. El amigo personal de los principales dirigentes bolcheviques rusos y alemanes. El espía de la Internacional Comunista en el país. Y el hombre que brindó los recursos para que las teorías de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, entre varios otros, pudieran salir a la luz y cambiar la mirada sobre la cultura del siglo XX.



Tal vez se pueda señalar que ese fue su aporte más relevante a la cultura, sin embargo, no fue el único. En mayo de 1923, acontecidas ya la revolución rusa y las insurrecciones alemanas, junto a su amigo Friedrich Pollock financió la Primera Semana de Trabajo Marxista, un evento al que asistieron intelectuales como Georg Lukács, Karl Korsch, Richard Sorge o el mismo Pollock. En el libro Theodor W. Adorno: uno de los últimos genios, de Detlev Claussen, se aclara que si bien Weil da cuenta en sus memorias de que el hecho ocurrió en 1922, la fecha es diferente. Se trató de una semana de discusión sobre las formas en las que el marxismo podría analizar la realidad para incidir en ella, como una corriente teórica filosófica consolidada. En 1924, Weil logró ligar el evento -del que no hubo una segunda edición- a la Universidad de Frankfurt y por ello el grupo que tomó el nombre de Instituto para la Investigación Social se conoció a partir de ese momento como la Escuela de Frankfurt, a la que se sumaron Adorno y Horkheimer, con el que colaboró Walter Benjamin y que es uno de los baluartes aún hoy de los estudios sobre la industria cultural y los modos en los que la cultura forma, incide y produce imaginarios sociales y condiciona sus manifestaciones materiales.



Reunión inaugural de la Escuela de Frankfurt



Weil sostuvo con su fortuna la Escuela hasta la década de los setenta, cuando una devaluación del peso argentino lo puso en aprietos y decidió terminar con medio siglo de productiva financiación de un centro de irradiación intelectual. Durante esas décadas, la Escuela se había mudado a New York, Estados Unidos, una vez llegado el nazismo al poder en Alemania. Es conocido que Adorno le ofreció a Benjamin ir a Estados Unidos ante la amenaza nazi y que Horkheimer le había conseguido una visa, pero que Benjamin decidió suicidarse cuando se decretó el cierre de las fronteras antes de su llegada a España, desde la Francia de Vichy. Nunca se encontraron sus últimos manuscritos, que guardaba en un maletín durante su huida. Como Weil nunca había manifestado abiertamente su rol de financiamiento o relación abierta con la Escuela de Frankfurt, en su estadía en los Estados Unidos no sufrió -o al menos no quedan registros de ello- la persecución macartista a la que sí fueron sometidos, mediante interrogatorios, los artífices de la institución.



Lucio Félix José Weil había nacido el 8 de febrero de 1898 en Buenos Aires. Su padre Hermann Weil había llegado al país desde su Alemania natal. Había sido el décimo hijo de una familia de campesinos alemanes que logró cierta prosperidad y cuyos hijos se trasladaron a los Estados Unidos, unos, y a la Argentina, el décimo, para expandir los negocios agrícolas. En 1898, año del nacimiento de su hijo Félix, Hermann fundó con la ayuda económica de sus hermanos emigrados en los Estados Unidos la Weil Hermanos & Compañía que, junto a los Dreyfus, los Bunge y Born -su principal directivo en la Argentina, Alfred Hirsch, luego tuvo relaciones familiares y comerciales con los Weil-, los Huni y Wormser, dominaron el mercado exportador cerealero argentino hasta los años treinta, al menos en el caso de los Weil, según señala en Un bolchevique de salón, biografía de Weil escrita por el economista Mario Rappoport.



Hermann quería que su primogénito Félix tuviera una educación humanista y por eso se trasladó con su familia a Frankfurt cuando el niño estaba a punto de cumplir diez años. Vivieron en un fastuoso hotel durante cuatro años hasta que su mansión fue construida (en los sesenta y los setenta la mansión sirvió como sede de la poderosa Federación Alemana de Fútbol). Durante su adolescencia y temprana juventud, Félix Weil vivió con pasión los acontecimientos de la guerra -de la que no participó por su condición de argentino- a la vez que se acercó a las posiciones de los socialistas y, más aún, a la de los revolucionarios que planteaban la derrota del propio país en una conflagración interimperialista, tal como la definían los disidentes de la Segunda Internacional Socialista y cuyos partidos finalmente apoyaban a sus propios gobiernos en una guerra como nunca había tenido lugar en la historia.



Los acontecimientos de la Revolución Rusa de 1917 lo conmovieron como a toda esa joven generación y en 1918 participó activamente de las acciones que incidieron en la caída del Kaiser y la fundación de la República de Weimar. En 1919 conoció a Clara Zetkin, la dirigente socialista del movimiento de la mujer que adhirió prontamente a la revolución bolchevique en la antigua tierra de los zares y contribuyó a la fundación del Partido Comunista Alemán. Como resultado de los debates e intercambios con Zetkin, Weil produjo una monografía que se ocupaba de discutir con las posiciones "evolucionistas" del Partido Socialdemócrata, en una línea de disidencia con aquella tradición que se convertiría en adversaria de la "comunista". Félix y Zetkin llevaron adelante una gran amistad a pesar de su diferencia de edad (Clara le llevaba casi cuarenta años) ya que, además de la afinidad intelectual, ella lo llamaba "su salvador", dado que Weil había garantizado su vida.



Clara Zetkin en un acto en Berlin, Alemania.



Una noche, un compañero de militancia de Félix -según escribió en sus memorias inacabadas- escuchó en un bar cómo un grupo de jóvenes nacionalistas alemanes planteaba de modo brutal: "mañana a la mañana la vieja bruja ya no vivirá más", mientras su compañero agitaba un arma. La popularidad de Zetkin y el rechazo de los sectores derechistas a su figura hacían plausible que sólo ella fuera la receptora de la amenaza. El compañero de Weil, conociendo su amistad con Zetkin, le fue a contar la noticia y ambos pusieron en alerta a Clara, que abandonó su casa y se trasladó unos días a la residencia de una prima de Weil. Al regresar, Zetkin encontró todos los vidrios de su hogar rotos. Desde ese momento Zetkin fue custodiada las 24 horas por simpatizantes armados del Partido Comunista, continuador del grupo Espartaco -cuyos líderes Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht habían sido asesinados durante la insurrección de enero de 1919-, donde Weil había sido militante.



Por esos años también Zetkin le presentó a Karl Radek, miembro del Comité Central del Partido Comunista ruso y enviado a Alemania a diseñar la organización revolucionaria allí como emisario de la Tercera Internacional, que había roto con la socialdemocracia. Así conoció también a Zinoviev, amigo de Lenin y uno de los personajes más destacados de la Revolución Rusa que luego, como Radek, sería ejecutado por Iósif Stalin luego de los macabros Juicios de Moscú, que comenzaron en 1936. Durante este tiempo, los primeros años de la década del 20, Weil proveyó de granos a precios sin ganancia a la Rusia bolchevique que, en medio de la guerra civil, vivía la hambruna. También prestó otro tipo de servicios. Al momento en el que conoció a Weil, Zinoviev era el presidente de la Internacional Comunista y le encargó una misión.



En 1920, Weil se casó con Katherina Bachert -amiga del hijo mayor de Clara Zetkin- y partieron rumbo a la Argentina a supervisar los negocios familiares, pero también para actuar como espías de la Internacional. Zinoviev le encargó tomar contacto con los miembros del Partido Socialista Internacionalista, que se había escindido del Partido Socialista en apoyo a los bolcheviques, para verificar si eran o no un grupo comunista. En sus comunicaciones con la Internacional usaba el seudónimo de Beatius Lucius -que remitía al primero de sus nombres, que no usaba de manera pública- e informaba la evolución de su misión. Lucius participó de asambleas de diferentes gremios como el gráfico, metalúrgico o zapatero para comprobar la influencia e incidencia de los nuevos "comunistas" argentinos (muchos de ellos inmigrantes) en la clase obrera local naciente. De ese modo, su veredicto fue favorable al partido argentino, que recibió el beneplácito de la Internacional. Durante esa estadía argentina, Weil fungió como tesorero de los fondos enviados desde Moscú hacia Latinoamérica.



Otra tarea que realizó durante su estadía a pedido de los soviéticos fue una investigación sobre la clase obrera argentina, que luego sería publicada como libro a su regreso a Alemania. Su investigación contó con el aporte de viejos militantes socialistas como Juan B. Justo, que moriría en 1928. El resultado de su investigación indicaba que había una sobreestimación acerca del poder de la clase obrera argentina que, si bien era la más avanzada de Sudamérica, aún era muy incipiente en su organización y lejana del poder como clase.



Félix Weil en el centro de la foto; Friedrich Pollock a su izquierda



A su regreso a Alemania, decidió no incorporarse al Partido Comunista Alemán, sino permanecer en condición de simpatizante, lo que le permitiría colaborar de manera más libre, pero también tener control personal sobre su fortuna. No sólo financiaba la Escuela de Frankfurt, sino que también había fundado la editorial Malik, que publicaba autores de izquierda, entre libros teóricos marxistas y también literatura comprometida. Entre los otros socios de la editorial figuraban personeros del Partido Comunista Alemán, que a veces debían ceder a los deseos no ortodoxos de publicación de Weil, que era el socio mayoritario. Incluso le escribió a León Trotski en 1930, cuando el líder de 1917 había sido desterrado a la isla de Prinkipo, en Turquía, en nombre de la editorial y le propuso publicar sus futuros libros en el sello alemán. Trotski, perseguido por el estalinismo, le contestó a Weil que prefería publicar en editoriales burguesas por dos motivos: porque pagaban más y porque no aceptaría publicar en una editorial dirigida por miembros del Partido Comunista Alemán, según cuenta Weil en sus memorias.



Weil también se dio el gusto de comprar los derechos de la célebre película de Sergei Eisenstein El acorazado Potemkin y editarla, subtitulándola al alemán e incorporándole la música de una orquesta de setenta destacados instrumentistas que tocaban composiciones rusas.



En 1931 Félix Weil regresó a la Argentina previendo el ascenso del nazismo y se comprometió en algunas tareas con el gobierno del dictador Agustín P. Justo. Había establecido relaciones con Federico Pinedo, un hombre de la oligarquía que formaba parte de una fractura derechista del Partido Socialista, y juntos elaboraron el proyecto del Impuesto a los Réditos. Weil rememoraba: "Escribí el borrador de la Ley de Impuesto a los Réditos para 'Pinedito' (…) y ayudé a organizar la nueva Dirección General de Impuesto a los Réditos". Sin embargo, existen teorías que afirman que seguía prestando servicios a Moscú, pasando informes firmados con su nom de guerre Lucius Beatius.



Theodor Adorno y Max Horkheimer

En sus Diarios de Trabajo, Bertolt Brecht, que mantenía una disputa polémica con la Escuela de Frankfurt, escribió, luego de un almuerzo con unos intelectuales: "A la salida, Eisler me propone un argumento para La novela de los Tuis; la historia del instituto de sociología de Frankfurt. Un anciano millonario (el especulador Weil; especula con trigo) muere inquieto por la miseria que reina en el mundo. En su testamento dona una gran suma para la creación de un instituto dedicado a investigar el origen de la miseria. Por supuesto, ese origen es él mismo. Las actividades del instituto se inician en un momento en que también el Kaiser
quiere que se le señale la fuente de los males, pues la indignación del pueblo va en aumento. El instituto participa en el concilio". La novela de Brecht quedó inconclusa. Pero da cuenta de las asombrosas relaciones de algunos miembros de la burguesía que podían atentar contra sus propios intereses en función del éxito del gobierno de los trabajadores sobre la tierra.



Hace cien años se produjo el primer gobierno de estas características luego de la caída del zar en Rusia y después de que los bolcheviques tomaran el Palacio de Invierno. Se puede afirmar que Lucio Félix José Weil fue uno de los argentinos que influyó en ese proceso de características inéditas. El bolchevique secreto Weil murió en Delawere, Estados Unidos, en 1975.

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