Paula Boente
Internet desató un torbellino de cambios en la forma en que trabajamos y nos relacionamos en la vida cotidiana. La transformación fue tan intensa que resulta difícil ya imaginar un mundo en silencio virtual. Si muchas de estas novedades fueron positivas, las prácticas vinculadas a Internet están generando también un número creciente de nuevos trastornos de adicción.
Tanto en nuestro país como en el mundo se perfila ya la forma de asistir a quienes se enfrentan a estos problemas mediante terapias especializadas. A nivel local, según señaló Laura Jurkowski, fundadora y directora de Reconectarse, institución pionera en la Argentina en el diagnóstico y tratamiento de adicciones a internet y otras tecnologías, las consultas más frecuentes corresponden a padres de adolescentes por adicciones a juegos online. “A veces son adolescentes tardíos, de entre 20 y 22 años, que terminaron la secundaria y están en el momento de pasar a la facultad o empezar a trabajar y se vuelven muy adictos a los juegos, a un punto que su vida pasa por eso”, explica.
La especialista indicó que la adicción a la pornografía online es otra de las consultas más frecuentes.
La consultora TechHive recopiló estudios sobre los trastornos más comunes entre usuarios de las nuevas tecnologías. Algunos de estos males que llevan el sello de la nueva era digital son:
- Depresión por culpa de Facebook. Se atribuye este síntoma a que la gran mayoría de la gente publica sólo buenas noticias, creando la falsa creencia de que todo el mundo está llevando vidas mucho más felices.
- Dependencia de juegos en línea. Es una necesidad poco saludable de estar conectado a internet para competir con otros jugadores.
- La llamada fantasma. Cuando uno cree erróneamente que el celular está vibrando en su bolsillo o cartera.
- Nomofobia. Es el miedo irracional a salir a la calle sin celular, olvidarlo, perderlo, que se descargue la batería o estar en una zona sin cobertura
- Cibercondria. Se les atribuye este diagnóstico a personas convencidas de que padecen alguna enfermedad tras haber leído al respecto en internet
- Efecto Google. El acceso ilimitado a la información hizo que nuestro cerebro tenga menos capacidad para retenerla.
Según Jurkowski, se suele consultar también por problemas asociados al uso de internet, como situaciones que se generan a partir de revelar demasiada información en la red, o los casos de ciberbullying (ciberacoso).
El tratamiento ofrecido por Reconectarse consiste en terapia individual, familiar y, si es necesario, alguna evaluación psiquiátrica. A veces se pide ayuda al entorno para poner límites.
La primera etapa del tratamiento apunta a que el paciente pueda registrar que tiene un problema. Posteriormente, se busca lograr un uso adecuado de esta tecnología, ya que es una herramienta de la que no se puede prescindir en la vida actual.
“Se tratan además los problemas subyacentes. Muchas veces estos comportamientos son la única forma que encuentra la persona para manejar otros problemas. Hay que ver qué vacío lo llevó a eso”, explicó.
Los EE.UU. ya tienen un centro de rehabilitación
El Bradford Regional Medical Center, ubicado en Pennsylvania, Estados Unidos, lanzó el mes pasado el primer programa de tratamiento hospitalario para adicciones a internet.
La terapia consiste en diez días intensivos de tratamiento digital y un programa de estabilización que se completa con un equipo médico multidisciplinario que incluye psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales.
Sólo puede ser realizado por mayores de 18 años. Tiene un costo de 14.000 dólares.
El programa está dirigido por Kimberly Young, un experto internacional en la materia.
Las adicciones a internet se están volviendo epidemia y son una preocupación para gobiernos de países como China, Corea o Taiwán. Pero sólo hace poco empezó a admitirse el problema en los EE.UU.
En mayo de este año el desorden vinculado a los juegos online fue incluido en el DSM-V, la biblia de la psiquiatría.
Paradojas de la comunicación a distancia, por Oscar Muñoz
Pongamos un restaurante chino en una ciudad asiática. Sentemos a la mesa a cuatro jóvenes, tres de ellas concentradas en sus blackberries. Y la cuarta, marginada de los contactos con el exterior, pero más aun de la atención de sus amigas, que no le dirigían la palabra (ni tampoco lo hacían entre ellas).
Cambiemos el escenario por un bar porteño, donde la acción la desarrolla una pareja que replica la situación durante minutos que se estiran demasiado como para suponer una urgencia.
El visionario Ray Bradbury lo reveló mucho antes de que la tecnología digital estuviera entre nosotros, en tiempos hoy arcaicos de walkman: gente caminando sola, escuchando música, sin prestar atención a la compañía que le habla, tal vez sin importarle tampoco que la escuchen.
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