Mientras la información oficial vía ANSES permanece clausurada en su acceso habitual a la opinión pública e investigadores en general, leemos en La Paco Urondo un muy buen estudio sobre el despliegue del Plan PROGRESAR, política social notable, e increíblemente silenciada ya no solo no por Clarinete y sus esbirros, arietes de la mafia, sino por el aparato de difusión oficialista, que gratis no difunde, che , che, che .
Por Darío Martínez
El anuncio de la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, sobre la implementación del Progresar resulta un avance significativo en materia de políticas sociales destinadas a amplios sectores sociales postergados. En especial, porque toma como beneficiarios a jóvenes que no se encuentran contemplados dentro de la AUH y los únicos requisitos que deben cumplimentar es la inscripción en una institución educativa pública y un control anual de salud.
La difusión del plan, su rápida aceptación y los esfuerzos para interpelar a un conjunto social reacio –con sobradas razones– a las iniciativas estatales obligarán a contar con un diagnóstico complejo de las prácticas y las subjetividades de estos jóvenes. Donde la estadística los describe como jóvenes ni-ni, desde un análisis cultural podemos afirmar que se trata de jóvenes ex –ex: fueron excluidos de la escuela, en un sentido amplio, y excluidos del mundo laboral. Tuvieron un contacto esporádico, intermitente y furtivo con instituciones educativas y ámbitos informales de empleo. Resulta falaz sostener que ni estudian-ni trabajan, a veces hacen ambas cosas al mismo tiempo, solo que no cuentan con acompañamientos institucionales y/o solidaridades comunales que les permitan sostenerlas en un tiempo prolongado.
Estas afirmaciones surgen de una primera parte de investigación, en el marco de mi beca en Conicet, donde estuve trabajando en los espacios de educación primaria de jóvenes y adultos en La Plata. Hasta el 2012, estos lugares atendían a alumnos/as que anhelaban finalizar su tercer ciclo de EGB (de la antigua Ley 11.612/95). Si bien es imposible tomar una parte por el todo, contar con información detallada, análisis de los contextos sociales y de las prácticas pueden contribuir a tener un reconocimiento de estos jóvenes, sin pretender homogeneizar lo diverso.
Según los datos de la Dirección General de Cultura y Educación, es posible observar un incremento sostenido en la matrícula entre los años 2001-2010. Para el 2001, el número de alumnas/os que se inscribieron fue 61.849, mientras que en 2010 la cifra llegó a los 94.767. Este aumento en la matrícula tendrá que ser contrastado con el número de alumnos que terminaron su año lectivo: en 2001, fueron 61.306 y en 2010 el total correspondió a 85.249 alumnos [Gráfico 1].
Un proceso similar se puede reconocer para La Plata. En el 2001, la matrícula inicial de la educación primaria de adultos fue de 3.257 alumnos y en el 2010 se inscribieron 5.810. La matrícula final revela la misma tendencia que para el total provincial: en 2001 correspondía a 3.043 alumnos que terminaron su año escolar y en 2010 lo hicieron 4.905 [Gráfico 2]. Aunque la información cuantitativa procesada finalice en 2010, el trabajo de campo posterior que realicé indica que la tendencia se mantiene.
Al mismo tiempo que crece el número de alumnos que retornan a la escuela, son insuficientes las acciones para reducir la cantidad de sujetos que se ven obligados por las circunstancias sociales a abandonar sus estudios primarios. Los trabajos estacionales y temporarios son uno de los factores para que las alumnas y los alumnos en La Plata mejoren sus condiciones económicas pero abandonen sus estudios.
Si se observan los datos de las edades que componen la matrícula de la educación de jóvenes y adultos en la provincia de Buenos Aires, encontramos que el mayor universo está concentrado en la franja etaria de los 16 y 17 años para el periodo comprendido para el 2002-2010. Luego, en orden de importancia continúa el grupo cuyas edades oscilan entre los 20 y los 24 años [Gráfico 3].
En cambio, la tendencia es diferente para la ciudad de La Plata. En el mismo periodo temporal, la mayor concentración de alumnos se encuentra en el segmento establecido entre los 20 y los 24 años, seguido por los grupos de 17 y 16 años [Gráfico 4].
El trabajo
En la mayoría de los testimonios relevados no existe una relación familiar directa entre quienes son los empleadores y estos jóvenes. Solo en los casos que algún padre realiza labores de jardinería, los varones colaboran con ellos en esas tareas. Consiguieron estos empleos –de alto grado de informalidad y de rotación que lleven a que estén “parados” un lapso de tiempo considerable– mediante los contactos y las sugerencias que les realizaron amigos o conocidos de su propio entorno cotidiano. Los recomendaron o les entregaron claves para enfrentarse a esa situación nueva y obtener el empleo. La separación de las actividades es posible reconocerla a partir de un criterio según el género al que pertenecen. Las mujeres, por ejemplo, realizan tareas de limpieza en domicilios particulares, cuidado de niñas/os y son bacheras (lavan platos, vasos y elementos de cocina) en restaurantes y casas de fiestas. Por su parte, los hombres realizan trabajos en albañilería, en zinguería, en las quintas del cinturón frutihortícola y en lavaderos de autos. Si bien, es posible encontrar algunas vinculadas con la actividad comercial tales como la atención en verdulerías o en panaderías, las enunciadas fueron las más frecuentes.
El dinero que reciben está destinado a colaborar con la vivienda de sus padres, además de sus gastos en salidas con amigos, cigarrillos o el pago de la cuota de la moto o el celular. Idéntica situación ocurre con los alumnos/as que tienen hijas/os pequeños. Todos los jóvenes han tenido experiencias vinculadas con el trabajo, en algunas de las actividades descriptas. En el caso de que ese preciso momento estuvieran sin empleo, indicaron que estaban buscando uno y que dentro de sus intenciones en el corto plazo es poder encontrarlo.
Las complejidades políticas
Estos jóvenes en el transcurso de un año pueden entrar y salir varias veces de la escuela, un solo malentendido con un compañero o un docente puede ser el motivo suficiente para “irse” de allí. En el caso del trabajo, la promesa de un pago futuro los lleva a soportar algunas situaciones de maltrato, pero eso no implica que se “queden de por vida”. Tienen presente que mano de obra informal se requiere en muchos lados. En general, la escuela el único sentimiento que les provoca es el aburrimiento, mientras que el trabajo, por su parte, la impotencia ante situaciones que reconocen como injustas.
En este escenario complejo se desarrollarán las políticas del Progresar, con subjetividades que será necesario reconocer con sus prácticas, sus modos de participación y formas de resolución de conflictos, que distan de los parámetros clasemedieros tipo. El esfuerzo del Estado tendrá que ser ciclópeo para restituir una confianza para generar políticas inclusivas, en especial con sujetos que el único vínculo que tienen con las instituciones estatales se da a partir de sus múltiples aparatos represivos.
El Progresar interpela al conjunto de las instituciones educativas y las organizaciones sociales, los sacude para que generen propuestas creativas. Mencionaré solo dos. Las universidades nacionales, por ejemplo, tendrán que comenzar a diseñar alternativas para un perfil de estudiante egresado del Fines, cuyo tránsito por esa institución no puede sostenerse con la exclusividad de una política de becas. Otro tanto podrán aportar los sindicatos al restituir la figura del “aprendiz” donde a medida que se enseña un oficio calificado, se pueden brindar identificaciones relacionadas con una subjetividad del trabajo.
Para finalizar, en el eje sur-sur, hay una línea de continuidad histórica. Cuando se originan procesos políticos que instalan discursos ligados a uno de los múltiples rasgos de la emancipación, las políticas de educación de jóvenes y adultos ocupan, por un momento, el centro de la escena pública. De la organización popular dependerá que el Progresar se inscriba en esta dimensión político crítica. Es interesante que también se logre reconocer esto en momentos de zozobra que pretenden licuar los derechos restituidos.
* El autor es becario de Conicet – Faculta de Periodismo y Comunicación Social - UNLP
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