Además de suponer un grave riesgo para tu salud, la falta de sueño puede tener graves consecuencias económicas, según un estudio.
Dormimos poco y es algo que tiene consecuencias.
Dormir entre siete y ocho horas es uno de los hábitos más saludables que existe. De hecho, estadísticamente no llegar a esas horas de sueño -o excederse mucho- incrementa el riesgo de padecer enfermedades graves y de mortalidad prematura. Y, por si fuera poco, una sociedad 'zombi' podría tener consecuencias catastróficas para la economía mundial, según un estudio publicado en el diario especializado Sleep y llevado a cabo por la Universidad de Oxford.
Una de cada tres personas en el mundo tiene problemas relacionados con el sueño. La buena noticia es que en otra reciente investigación se desmontaban décadas de consenso científico y se demostraba que recuperar horas de sueño en los fines de semana o días libres es tan bueno para la salud como dormir ocho horas del tirón. La mala es que en los últimos años ha aumentado considerablemente el número de trastornos del sueño, pasando de entre un 20% y un 30% a entre un 33% y 45%, según las últimas encuestas realizadas en algunos países como Australia.
Un problema global
Los porcentajes son similares en la mayoría de los países occidentales, con un 35 % de los británicos sufriendo la falta de sueño, así como un 35 % de los estadounidenses o un 30 % de los canadienses, según las respectivas encuestas. El problema se ha globalizado tanto que afecta incluso a países que hasta ahora no habían registrado este tipo de trastornos. Eso sí, en todos sitios las consecuencias son las mismas: falta de motivación, confusión, lapsos en la memoria, problemas de comunicación y, en los casos más graves, aumento del riesgo de problemas cardíacos, hipertensión, obesidad, diabetes y, por supuesto, depresión.
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Hasta ahora, nadie había analizado el impacto económico de una sociedad falta de sueño. Pero los investigadores de Oxford han evaluado costes como los asociados a los sistemas nacionales de salud, los cuidados fuera del sector de la salud, la pérdida de productividad en el trabajo o el aumento del riesgo de sufrir un accidente. Y el resultado es sorprendente: en Australia, donde se enmarca el estudio, el coste financiero directo fue en 2016 de 17.800 millones de dólares -perjudicando especialmente al ámbito empresarial, donde el coste es de 12.200 millones por la pérdida de productividad y de 2.500 millones por accidentes no laborales-, mientras que el coste indirecto derivado de la falta de bienestar por este motivo ascendió a 27.300 millones de dólares. Más de 45.000 millones de dólares en un país con un PIB de 1,2 billones de euros (en 2016), es decir, que el impacto de la falta de sueño supone casi un 4% de su PIB.
Prevenir la falta de sueño
En este sentido, el alto coste que representa la falta de sueño en países occidentales podría solucionarse a través de la inversión en medidas de prevención y la educación, así como a través de una regulación que se empiece a tomar en serio el problema, tal y como concluyen los investigadores. Algo similar a lo que ya sucede con otros males de la sociedad como la diabetes, la depresión o el tabaquismo, perfectamente identificados por los gobiernos, que han tomado las medidas correctas para erradicarlos, como señalan los autores del estudio.
Quizás, la diferencia con el tabaquismo, por ejemplo, es que no existe una contrapartida fiscal que limite las acciones de las administraciones. El sueño precisa de una inversión de la que difícilmente pueden verse resultados a corto plazo. A pesar de ello, los investigadores consideran que “estamos asistiendo a una epidemia mundial de falta de sueño, algunos por trastornos clínicos, otros por la presión de un trabajo competitivo, actividades sociales y familiares; y, otros, por no darle prioridad a dormir bien, por elección o ignorancia”.
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